Foto: Fabricio Estrada
De
Huecos de araña
Tragaluz
Una
hojarasca de coral sale del mar / juntada
y
va untándose
a las grietas
del
arrecife
yerba
que crece en los rescoldos los recodos los ajuares de los muertos cansados
pasta
flamante
yedra
un
muérdago que emana desde el corazón pedregoso de Odín
se
va podando en suave de coral, en cantos ralos.
Sobre
la plaza de ciudad se otean las banderas verdeantes, rojinegras, ambaradas
y
alrededor del dienteperro de la placa brillosa de la plaza
de
la estatuada y de la soldadería
se
puede ver cómo se añade una crisálida a otra cómo se va cerrando
demudada
la hojarasca tranquila:
azulejeada
por salir del mar, aunque más violada hacia los cantos, casi sangre.
En
el remate del festón que avanza, una fe blanca llamea: grasa
del
borde de una herida
carne
madurada de cangrejo
por
la piedra.
Al
centro del círculo inicia a escucharse la embestida:
los
capitanes atraviesan apuntalando el orden
–avizorando
pabellón–
se
cambian charreteras por chalupas
corre
la voz de que marinos probos
no
abandonan de asaltar la pescachada.
La hojarasca se anima
cuando los ve subir por la gangosa superficie de la raspadura
comienza
a pintar circes en el mar, carambolas, caracolas, endilgares,
volutas
púrpuras de sierpes de coral
el
muérdago
crece
en los entresijos de las sienes:
intersticios
del aire
indescifrando
respirar
ostráfago.
Luego
lentamente
los
corales se vuelven a la playa y detrás suyo
una
hilacha de baba como un hilo de plata anuncia la llegada de la arena,
cruzándose, fecunda pobladíos de velos fulgurantes de mujer.
Repican
repican repican picando en baja mar
caen
yardas de hombres de los cielos.
Rumorean
que
la hojarasca entra despacio por la tierra
si
se apagan de noche las banderas.
(Particularmente
he pedido un intermezzo;
no
quiero alentar la fácil respuesta que soñé o he visto ayer en mi ventana:
el
viento cortaba a contraluz
y andanadas tricolor, enrojecidas, se combaban
entrando por el mar.)
Donde empiezo adorando unas mejillas y termino mordiéndolas:
manzano
I
Hombre vanidoso
hombre pequeño
pavonea esos pechos de estriado
farol chino
esponjillas vapor
algodonosas tetas retejidas e
infladas como globos
color carne-porcelana
brillo carne-porcelana
permítenos tocar
conducirte a esos
cuartos-tocadores de espejeantes coquetas de membrillo
ya sabemos que allí
no se abrirá tu bata para biencabalgarnos
ya sabemos
no pedimos que cales bayonetas:
1-2 y 1-2 y 1-2
ofrecemos guirnaldas y alhelíes
rubias trenzas
y algunos pares
de piernas
de tacón
prometemos besar
pacientemente
el borde de los párpados la boca
del estómago
los ojos haciadentro
no más para hermosearte el
maquillaje
no más para vestirte
y presentarte al filo de la
acera como recién cortado
–margarita del Transvaal–
recién sangre goteando de los
labios
Nieve Blanca te dirán
nieve podrida
cuando quieran tomarte de los
hombros
–oh frutos redondeados–
llevarte en andas hasta esos
lechos sarmentosos
el corral
sitios que hieden:
carne colgada y grasa rancia por
los pisos
hacerte búcaro
y atormentar tus carnes de
vidrio
en cortas mesas con polea:
fábrica estúpida de cortar
siempre entre las piernas
para regar los clítoris
–o anos en su defecto
los prepucios–
pretenderlos florecer
esta cuadrilla está dispuesta a
comprender
otrora fue atizada en aquellos
asadores
bañada en esos fangos
tropelosos:
altanoche-bajamar.
II
Hombre narciso
hombre moderno en absoluto
lleva nuestros ganchillos a la
arena
ponle estos diques al freón
y engañadoras sobre el hueco
del ombligo
luce nuestras sonrisas de placer
por los salones
por esos bares donde heridas de
botella
–allí en las medias enfundadas–
hacen correr ríos de vino
donde nadas y te ahogas
estertores de tísico te vemos
escupir ROJA LA BOCA:
nieve rouge te dirán
nievescaldada
hipas de tanto semen sobre el
pubis rasurado
el Falo entre las piernas como
daga para el juicio
–as escondido–
(y es la efe ah porfiada
magdalena
la efe de follaje y de follar
de felación)
ven a nosotros
ah Príncipe Taberna
oh luna escamoteada y de latón
lima tus bordes
no te hieras al doblarse esas
pestañas de metal
ehah probemos ese traje
probemos ese traje
marinerita rata
enarbólate muñeca de papel
mujer con demasía
tú: hombre iluminado
hundamos las pestañas en tu
carne
quiero que nieve muerta te
maldigan
por llevarte a mi boca:
propia
pálida
fina
indeseada
y tomarte de una vez
–alguna vez–
nieve en el fondo del tonel te
quedarás
escupitajo nieve
muerta de envidia moriré:
liquen la lengua
mohoso el pelo
verde el ano
arrojándote estaré bajo la
helada:
la popa enjuta y envidiosa
expuesta al frío
abotargándose
al silbo
del invierno.
Langustia
Textos textos textos
tejeduras
lanzaderas
te (a)saltan sus gritos sobre la
cabeza
te brotan de ella como pétalos
y de pronto: tienes toda la
testa coronada
espinada de palabras
no es saludable (pare)ser un
girasol
–dios no amanece
y húrtante el sitio de mirar
camino
desolado–
no es saludable la cabeza
laureada
se deshoja después
como rama segada desde el
invernadero
y los cristales que habían
crecido en ella
quiébranse callados
apáganse: de velas
chisporrotean hacia dentro oh
llama
demasiado arrimada al ventanal
abrupto
abierto
dejarse crecer la cabeza hacia
dentro
–anahidrópica–
cierra todas las bocas que te
hablan al oído
las venas muerdan(te)
huye de las compuertas los poros
el encaje
cuida retrato de ti
si continuas dejando que te
bailen
esos textos textos sobre la
cabeza
que no te acabas de cortar
de hacer una sangría para
extraer lo otro
si dejas se te prendan
ataduras al cuello
hilos que te indican pasadizos
afuera (out of out of)
carne haciafuera de ti
si dejas que se aten cada uno a
tu mano al pie
la mejilla (ofrecida):
repicarás en cien pedazos
disgregado
–carnero
partícipe–
ojos colgando carafuera
es lasfixia lo que debes construir
hacia ti has de inclinar tu
frente tuya
desdoblarte hacia ese espejo que
has dejado empañar
enlutado (harto de barro)
la boca abierta la mirada
como lapa al cristal
–observante del otro–
ta(r)jas
ta(r)jas ta(r)jas
taxidermia de ti
sembrarse un sitio y zambúllete
en tu boca :
gargantabajo para
siempre.
no quiero ver(te) burbujas
barbotear borbotear desde tu
labio
desesperado hálito
nostálgico del otro
palabras sueltas que pretendan
(ll)amar
–aludan–
referente
reflejo
respiradentro
tala tala tala
ten el pulcro civismo de
presentar al aire:
una cabeza (por fin)
descoronada.
De Primaveras cortadas
Ifigenia/Polixena/Casandra
No esperes comprender la poda
ni añores
que la raíz te atraviese
vertical como un tentáculo,
te penetre viole(n)ta.
Túmbate.
Piensa en el sexo de las mutiladas y las brujas las
débiles las retrasadas las caídas piensa
en las ciegas las locas las mudas las lisiadas las cojas las tullidas
las lerdas y las lelas
las enanas
piensa en el sexo de las tardas
que no llega nunca.
(1936-1972)
GRAND PRISMATIC SPRING
sobre la enorme primavera del
lago en el parque de la piedra amarilla
esteras de bacterias entretejen la gran balsa azul de Flora
–estéril por la fiebre de un
fondo de alta profundidad
pero tan maravillosamente
multicolor a los lados
que las parejas desandan por los
senderos
de madera apuñalados en el aire
sobre cuatro patíbulos.
Salta
del géiser
(un box spring)
el bosque virgen que no quisiste
abrir
aunque espumaba a rabiar –como un alkazelzer en un vaso–
y ella quería contarte lo que
acontece antes y después de la muerte (de la noche).
La sirena del fango cuya belleza
sobrenada en un manto de invertebrados acuáticos
(gusanos caracoles
cangrejos libélulas…
pulsos de mujer)
no reina abajo; deja tu inmensa balsa quieta.
La primavera
es todavía balbuceante
pero el verano aquí rompe en humores ácidos (rojo lima)
y el invierno la arropará en un
verde fronda verde capullo
destripado:
su huevo en ninfa larva
pupa y sola tú podrás al fondo
refulgente de la charca
dentro del lago cruel: bocas
pintadas de polichinelas con hilos de
oro como la cara
de la princesa Wan Dou sobre una
de las jade(antes) 2.600 teselas.
Te
dejaré que lleves sanguinolento el sexo bajo un abrigo blanco de plumón
y la mano enjoyada con alguna
otra mano de mujer cortada (quizás Norma
J. Baker:
con los dientes blanqueados
puntualmente en seconal)
que se te ajuste suave en la
muñeca.
Rema y calla
rema y calla chupa y rema
entre los
ojos de buey del camaleón veo un campo
de algas trepadoras
de pulpos
color vino y cabezas con pañuelos que
llenan de grafitis la lengua de tu voz
alzo esta
cas/ja de música hasta la concha de tu oreja
escucha, son Les Quartiers de París:
una espiral
de alcantarillas circulares
donde flotar
en la stultifera navis.
La piedra de la locura, la piedra lunar, la piedra angular,
la piedra
filosofal
se puede
extraer por la nariz y embalsamarte rápido
o puedes
dejarte podrir emparedada en tu propio cuerpo
de junco de
molino de trigo de mancuerna de
espigas del arroz.
Del lodo
una capa
infame
con
incrustaciones de gusanos
medallones
de almejas crujiente frufrú de cuerpos
de libélula:
serás de
hierro entonces un hierro al rojo
vivo
que cunda
entre los muslos cuando elijas
(ser Blanca
Buda)
hasta que
entre el invierno:
y seas de un
verde ojos dormidos
un verde rabia de mujer y un
verde
uñas de Sally Bowles
que en medio
de la nieve
calado
se atraviesa vertical: un árbol
en vez de bulbo/a en flor.
Sobre el
agua
del deshielo
se podrán
rearmar para
ti todas las muertes
caleidoscopio con los iris arrancados
en
Yellowstone, THE GRAND PRISMATIC SPRING.
En
corredores
púrpuras
y malvas:
soberbia
pudriendo
lento
–como crece
una alfombra
tejida a
mano–
espinarás
primero suave
y el oasis
irrumpirá
violentamente por abril:
huertos de
lilas
todas las
lilas
vivas y
muertas
a deshojar
en mayo.
Serás podada
rigurosamente
prýgai, visná
(salta, salta, primavera)
acorralando
el jardín
raja en ti.
De Anémona
Un cuerpo propio
Surfeando en internet/ rumbo a
mi blog
con ganas de exhibirme y de
exhibir
mi fitness
hago el calentamiento/ abriendo
windows
donde alternan feministas con
starlets:
Linda Lovelace/ Belladona/ Moana
Pozzi
Océane/ Katja/ Tabatha Cash
y otras morenas de la vieja
guardia
jugando al Hot d´or
tomando el té a través de las
persianas
con
Marilyn Chambers y Annie Sprinkle
de-gabán-abierto
diestra en sus malabares/ con
los adminículos
de toda buena sesión
de hidromasajes.
Previo a los días de examen
¡qué prisión concentrarse!
Así que sentadita/ como la
anguila eléctrica
me doy electroshocks con fragmentos
de porno
y envío twitters a mis fans
con el telégrafo del barrio:
«Estoy solita en cas/ma
muerta de abulia estoy/ detrás
de la puerta verde».
He aquí mis remos/ mi dedal/ mis
herramientas
en la estación de bombeo/ mis
hermanas de tránsito:
a nado las pedí prestadas.
Si yerro y me embarazo/ en las
pruebas de campo
también sacan sus fórceps
y sirven de parteras
ungiéndome a la vez/ con su
jalapa fría
para que el grumo escape
comodito.
Desde 1963/ con la medalla del
anticonceptivo
desde 1971/ cuando firmé con las
343 guarras
para sacar a la calle (con sus
gafas de lujo)
mi abortico doméstico
yo me siento liberada/ yo me
siento ciudadana
yo me paro de noche en las
guaguas vacías
para
darle el asiento al conductor.
Palpo/antena/tentaculario
Callada escruto en mí la música tranquila
que sobreviene al caos
al pataleo de los dedos succionados
por el rosa sediento.
En la humedad qué paz hallar
en lo sombrío en la tardanza en la víspera
del ciempiés de palpos
que abandona temblando el baptisterio
qué sequedad a que agarrarse qué oquedades
en que embutir la ventosa:
un (a)brazo que afinque para hociquear arriba
cuerpo por hombros apenas
mano callosa en columnata
y los muñones de las piernas
arribabajo
y atrás y alante columpiados sin brida.
Si no doy pie si no hallo a tientas el
interruptor
el asidero: cuenco o co(r)no abierto a la
lamida
si no amordazo las cabañas de la noche
o entierro dedos en el pelo…
no suelto prenda
no regurgito el salto.
Raspando con cuchara
el dienteperro
las yemas metidas en un agua de rosas
manos entrando al manadero
duro siglos
mas
cuando se recogen
los aperos del día
no quedo quieta en mí:
temiendo al daño
la lengua repta en las paredes del cerebro
buscando un dardo y una cerrazón
la escarbadura
el escondite en el otro
que agrieta el pecho
del que explora.
En esta gruta estuve ya
saqué los dedos encendidos
de la avispa del agua
y rosa flameaba el centro
y rosa flameaban las yemas
que se escondían de cabeza
en el manadero de tales.
Hay una lengua de deseo
que me trago cuando vienen los golpes
de la espuma
y el cuerpo cripta se levanta
como una araña una culebra
emasculada con un palo
un avispero de tierra.
Para verme callar para verme caer
han bajado los puentes giratorios.
Palpo-ícaro-antena
me estiro otra noche
buscándome las puntas de los pies
el centro de la espalda sin lavar
la ye(r)ma blanda del cráneo.
¿Se calmará el anemonario
atizado
por la aurora de casquivanos dedos
o habrá que sombrear las puntas
y estirar la palma
como Lady Lazarus
cortándolos caer?
Yo solo digo
por cada palpo
un tentáculo.
De Del corazón de la col y otras mentiras
Ovación
Entro en el submundo de los
veedores del fútbol
como en las arcas del Infierno
–por supuesto–
hay risas gritos humo de cerveza
y ese olor
tan característico…
hay torneos:
los veedores
se piden las cabezas
se amenaza
con violar al cabecilla
o a la novia
del cabecilla
de cada
bando contrario.
Tiemblo
me pregunto
quién será el cabecilla de nuestro bando
sé que a
esta hora
ningún
striptease los sacará de quicio
los meterá
en cintura
con el ojo
en el gol
pero también
sé que si perdiéramos
si fueras tú
el cabecilla
olvidado de
ti
me violarán
1-2-3 mil vencedores
no mirando
mi carne
sino la
portería.
Maldito
cuerpo de mujer
con esta
forma de falsa valla
red
encubierta
que no tiene
el valor de la penetración en público.
A fin de
cuentas
qué es un
gol sino una violación
cien mil
veces aclamada
–bajo el
cielo–
en la
garganta abierta del estadio.
Huerto
El útero
–con toda su carga simbólica–
pinzado
por patas agrulladas
de tijera:
incomparable con un brazo
con un pellizco en un brazo
incluso incomparable con la boca
una mordida en la boca.
El útero
abierto a recibir la sombrilla-medusa
el paraván tentacular
como la espina dorsal de algún pez frío.
Para qué abre una mujer las piernas
frente a la lengua dura del espéculo
y hace poner ahí una
cortina de hierro.
Acompañada
por la música
del amolador de cuchillos
la mujer afila la filigrana de su locura
sexar sexar sexar
cerrar abrir serrar
el pasadizo de la respiración
tensar los límites del gozo
llegar al borde negro.
La madre extraída de la puta
con la extirpación del huerto
la mujer-la ye(r)ma
abierta-diluida
a recibir sin peligro la babaza
como un hoyo en la arena.
Por la tarde –en la tarde desmayada–
cuando el útero va regresando a su matriz
como un cesto tejido de moluscos
aun sabiendo que no puede ejercitar los miembros
la mujer se abre provocando a entrar.
Qué desacompasado el pulso del amante
cuando penetra y cede
la seda roja del himen.
Qué despreocupado ahora
–el cuello torcido del útero
sellada la boca fría–
seguro
de que no habrá brazos que lo jalen.
Cuando la lengua de la medusa empieza
su cosquilleo indefenso
el amante todavía sonríe con la cabeza erguida
y pega dentro –amordazando–
con el pez martillo/ con el pez serrucho/ con la mano
abierta.
¿A las
puertas del huerto
quién se atreve a llamar
con ese golpeteo sordo?
Tanteando
sonrojada
alrededor del bálano brilloso
–como
el hígado crudo
como el hígado rojo–
retrayéndose
como una anémona asustada
la sombrilla
acompasada
clava y enseña
las varillas
lame
y desangra
se apoltrona
y muerde.
De «País de la siguaraya»
Prāṇāyāma
Venir a tu
casa por el camino del agua, queriendo a toda costa respirar.
El cuerpo sometido, la lengua, el ojo sumisos… de detallista. Garganta
enrojecida con polvo de pizarra. Temblor/temor al costurón de tinta, a la
balanza menguante de la brújula. La vida siempre en otra parte y el deseo sin
fondo de una mesa de lectura en lo sombrío por trabajo: donde ritmar las
páginas con las yemas batidas, con la boca en O, con la lengüitafuera. Vivir
cent(r)ada, sembrada como un frijol en un pomo: encaminada en tales y
mascuales.
La nuca rota: enjugándome/enjuagándome, exprimida en la yugada.
Resguardada/a-guardada mientras el palo va y viene, aguantar mientras el palo
de mesana; escarranchada, con todo, aferrarse al palo de agua (un sonido de
semillas que sube/un quejido de llovizna que baja). Girar en mástil del molino.
Abandonarse al vendaval que hacia delante (como una bandera llevada contra
viento… y marea/o), sin vomitar relamida de (re)gusto, sin bajar las escaleras
deslizada en baranda, sin tomar (a)qué(l) t(r)e(n) de/al fin del mundo, aunque
sea mecida en el columpio del parque de la esquina/aunque sea en la fronda en
la poceta clareando de la parra del patio. Donde cunden las piedras. Y la mano
entra engañada a su d/color/torpor/sopor.
Ir a tu casa por el camino del agua, (re)aprendiendo a respirar.
Boqueo. November Charlie. Descenso, depresión y remontada… de la carpa del
pecho. Ojo saltón, pez volador, corazón amainado… Cuerporgullo ama(n)sándose,
con la pierna arremangada hasta el muñón (posición de felino, camisón de feto),
sacando piedra de garganta: gripe-rabia cogida en la humedad, que no deja que
sangre a las mejillas, que no tiñe arrebol. Nenúfar con la raíz apretada largo
tiempo en el fango, estírate.
Ay, el cuerpo suelto de leer sin levantar el lápiz, sin tropezar con
nadie, cruzando calles de la provincia vaciada, cruzando el Reparto Playa,
atravesando establos de hojarasca, yendo hacia el puente de saltar de cabeza de
El Cristino, más allá de los yaquis.
Dónde brillo del sol sobre las aguas, rostro fresco lechuga sin
vinagre, columna vertebral espiga, alta alta por el vientre de la costa. Y
oreja pegada al viento entre los pinos, y rodilla desatenta que se rasga,
moretón en el muslo. A veces voy como un tonel de proa a popa. Demasiadas, se
me pierde la vista en estribor. Pero yo cruzo entre la cerca y el asfalto
cuando empino. Y me resisto sin (c)rujido, aguanto mucho (con) la cabeza bajo
el agua, y suelto lastre, y nado arrecife adentro, incluso adonde el estómago
se me tuerce del asco, cuando a la mar me voy.
Casa rodante, saltimbanqui: la sed colgando de una mano y la
cantimplora en la otra. Piano sin arpa, pulsa/rechina/empoza con tu goteo
anhelante. Vengan conmigo entrando al agua al dienteperro a la entrepierna
aquellos dedos pegajosos que en el verano escolar.
Me doy risa cuando me veo venir sab/via (recostada en las losetas,
empujando solamente un diafragma mientras aprieto fuerte el otro, creyendo que
respiro, creyendo el desapego de mis ramas de coral, todavía
envidiosa/fascinada del pedaleo inconstante de la ola).
Ya voy/ ya vengo por el camino del agua… La nariz respingada, la
sonrisa de pato que no moja sus plumas, fardo que flota aunque podría volar.
Por un segundo (me) creo en mi fortaleza. Entro en la temporada/el ciclo/el rito
de la cabeza contra el pecho, del abrazo en la noche para poder dormir. ¿Y si
se abriera la caz/sa?
Como sea, marinera incauta, capitán tormenta/la cabeza adicta al curso
de los rápidos, le acepto su pieza al bandoneón. El cuerpo erguido, pensando
que ya sabe respirar bajo el agua, se descalza. Sin esnórquel, sin remos…
imagino el después del tintineo. Y empuño en tu puerta el llamador…
Ánimas-Mayabeque
Campos como tarjetas de metro roturadas.
Ella delante,
haciendo preguntas al chofer. Que si árboles de vaina seca y árboles de copa
enrojecida por el verano candente. Que si diques tapizados de musgo y sábanas
de coníferas y garzas camino al Almendares –heladas con las patas en el fango.
Que si comer papa rellena le desolló los pies.
Un viaje que no
debería empujarme a otro. Aunque haga por evocar aquella última excursión
Holguín-Báguanos-Holguín, sobre mi bicicleta rojo-China. Loma de El Manguito,
con el batey cantando acuclillado en el valle; Loma (engañosa) de Rejondones,
donde los carros bajan al subir… Y partiendo el espejismo, la carretera como
una guardarraya. Paisajes, neblinas, de naturaleza nunca intercambiable.
Mas las llanuras me
traen girones de versos, gorriones de conversación. El espacio de intimidad
creado por dos bolsitas de té. El frescor
de la menta crecida entre ruinas, cubriéndolo todo, como el guano del amor sobre las islas. Festón y hojeo. Oleaje y pasto. Sistemas
de regadío y descampado.
Agrimensuras: desde
el carro adivino el centelleo de las cadenas de Gunter, extendidas y arrastradas
por hombres que intentan (re)conocer el terreno, plantar linderos, sembrar
cotas geodésicas de nivelación. Detrás van los compases abiertos como piernas
de tijera, y otros hombres que cargan el catastro, envuelto en pieles, donde de
vez en cuando alguien se detiene a anotar. Agricultura de pelos y señales,
carreritas de mojones, urocultivo del orden. Nuevamente reformas y proformas, de puntillas, de putillas… sobre la
suiza de la Ley. Festín de tierras en la isla de corcho. Es la hora de los organopónicos
–ya lo dijo Voltaire–. Cultiva el esplendor de tus tomates, y el rosal de tus
puercos… asomado al balcón.
La rueca del sol es
opacada por las hojas. Pasa el campo como un tejido epitelial, que se va
desasiendo al ser arado. Volutas, serpentinas. Muerte folicular
(des)programada. Ambigua como las muescas de una tijera de pelar, la apoptosis:
mala por defecto y por exceso (dedos de cangrejitos avivados de Parkinson, en
las colonias de herpes; t/humores como la(r)va(s), cubriendo la caliza… hasta hundirse
en frondosos carcinomas; en el bosque, el gruñido del lupus, y olvidos
inocentes, que rehílan la historia otravez y otravez: miel en la cesta, agujas
de pino sobre el disco rayado de la noche).
Homeostasis (quema y
extensión del marabú), necrosis (demolición de la molienda), fagocitosis (las
chimeneas del turismo rompiendo en abruptos rascacielos), apoptosis… Me detengo
en esas cuatro sílabas; me impresiona el suicidio celular, dulcísimo, en la voz
(de níspero) de mi madre:
Cuando una célula muere por apoptosis, empaqueta su contenido
citoplasmático, evitando la respuesta inflamatoria característica de la muerte
accidental. En lugar de hincharse y reventar –derramando su contenido
enzimático–, las células en apoptosis se encogen y a veces se fragmentan,
conformando vesículas. Así, pueden ser utilizadas por macrófagos o células de
tejidos vecinos.
Pa(r)ís de
la siguaraya. Quietecita en tu raíz, dando rueda por tu vientre, envuelta en
periódicos (Victoria, Ahora, Tribuna,
Trabajadores, Vanguardia…), recorriendo tus campos promisorios, me desvelo
todavía, esperando ser talada. Si me quedo al fin dormida, si me dejo engullir,
dime (en) qué floreceré. ¿Alcohol de madera, raspadura, panqué, gordos de
leche, hojas de papel manufacturado, estantes pequeñitos de bagazo?
Jamila Medina Ríos
(Holguín, 1981) en poesía: Huecos de
araña (Premio David 2008; Unión, La Habana, 2009), Primaveras cortadas (Proyecto Literal, México D.F., 2012), Del corazón de la col y otras mentiras
(Colección Sur editores, La Habana, 2013), Anémona
(Sed de Belleza, Santa Clara, 2013). Jamila
Medina en narrativa: Ratas en la
alta noche (Malpaís Ediciones, México D.F., 2011). Jamila M. Ríos en ensayo: Diseminaciones de Calvert Casey (Premio Alejo Carpentier 2012;
Letras Cubanas, La Habana, 2012). Escritura entre lo púbico y lo público, lo
aéreo y lo húmedo, lo vegetal y el hormigón armado. Tensionar de cuerpo y
lenguaje. Fascinación por cualquier tipo de engendro giratorio (columpios,
tranvías, tiovivos, bicicletas, papalotes, botecitos de remo). Filóloga y
editora. Un piercing en la ceja y un
armadillo en el antebrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario