Tomo la tierra que ha sido arrasada. Los huesos calcinados del presente. La estructura se ha desplegado y caben en ella todos los muertos negados, los estragados sobre las aceras, sobre la materia cavernosa de nuestras altamiras más profundas. Aquí está el espíritu que ronda la masacre, el zeigeist hórrido que se trasvasa sobre los materiales del espíritu creador, sin poder contenerse bajo ningún planteamiento aséptico. No hay ruta en el trazo más que aquella mixtura que avanza sobre el lienzo como el rastro de un cuerpo llevado por los talones. ¿Dónde estás, tierra mía, sino en las cenizas que Byron Mejía ha mezclado con los cuerpos enredados de la masacre? ¿Dónde, mi paisaje más prístino, el más bucólico, el más destrozado en las portadas cotidianas de los que, saciados de sangre, siguen desmembrando nuestra memoria? Se despliega la estructura. Tomo la tierra y los muñones
del carbón más mío. Pinto con vos, Byron, mi máscara.
Fabricio Estrada
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