Si es cierto que el posesionarse de una cosa es haberse posesionado de la palabra, habrá que poder y habrá que saber posesionarse de una cosa.
De otro modo, no podrá comprenderse la significación de la palabra.
No podrá comprenderse el sucedido - no podrá comprenderse nada.
La palabra no es la palabra; es la palabra.
La fe que mueve montañas es la palabra - la fe que hace resucitar muertos.
No es difícil comprender.
Los fundadores de las religiones conocieron la palabra; eran poetas.
Ellos eran la palabra. La tocaban, la pesaban. Palpaban su forma y tentaban su superficie, para conocer su tamaño
- el mar, por ejemplo. El mar, para ellos, no era el mar; era la palabra.
Por eso eran capaces de caminar sobre las aguas - pues el milagro es la palabra.
Todo es la palabra. Nada es también la palabra.
Por eso la palabra es peligrosa:
porque el poeta quiere mirar tocar la palabra.
Fragmento tomado de La mariposa mundial, revista de literatura, No. 18, 2010 - La Paz, Bolivia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario