sábado, 19 de octubre de 2013
Il Diavolo triste
Dicho de la manera más simple: nadie puede tocar la puerta de una casa y, una vez abierta la puerta, entrar de rodillas y sentarse luego, como si se hubiera estado allí por una semana, en medio de la sala. Nadie puede hacerlo a menos que quiera llorar, que quiera decir "hey, soy un pájaro bajo la lluvia y estoy de lo más triste". Soy. Fui. Estoy. Pero ¿qué te pasa, Diablo? ¿te sentís bien?. Y el Diablo no contesta, balbucea apenas que le duelen los pies, que ha caminado mucho y que a pesar de la hora no podrá irse ni aunque llueva por adelantado el próximo diluvio.
El Diablo está en la sala. Sí. Entró de rodillas y nos pidió asilo. Estaba triste y quería que lo consolará con una nana italiana, una nana que lo acercara a Perugia en invierno con sus dos niñas a punto de dormir bajo las colchas. Ma chi parla senza testa, senza cuore, senza vita... Prestame el baño, me pide el Diablo, y entra y se sencierra y ya comienza a preocuparnos porque pasaron dos ráfagas de noche con lluvia y el primer sueño comienza a bajarle a nuestro hijo. ¿Querés tocar guitarra ahí adentro, Diablo? Cuando pequeño, mi abuela metía miedo diciéndonos cada vez que se menciona la palabra diablo el diablo anota tu nombre en una lista hasta que se completa un número de repeticiones para venir a llevarlos al infierno... he repetido la palabra diablo más de la cuenta esta noche, pero es que el Diablo no quiere llevarme a ningún infierno, quiere hablar nada más, como paciente con su doctor, quiere mostrarme las fotos de sus hijas en Perugia, quiere llorar, tal vez. Que lo escuche nada más o que lo contemple con las rodillas al pecho, aterido por no sé que llamas glaciales.
¿Estás bien, Diablo? ¿Ya salís del baño? Y el silencio se ha hecho un ovillo tras la puerta. Decidimos buscar ayuda, llamar a todas las posibilidades de un transporte al psiquiátrico. No podemos con él, no sabemos cómo tratarle su tristeza. Voy hacia la ventana del patio, la que da al baño y alcanzó a verlo. Está de pie y mira su camisa mojada. Intenta lavarla, murmura como espuma de jabón sobre la tela. Hey ragazzo, che cosa fai?, ayudanos a ayudarte -maldito eslogan-, ya no podemos hacer más por vos si seguís encerrado -ya guardamos todos los cuchillos de la cocina, digo en el fondo-, y vos debés comprender que no te podés quedar, que ésta es una casa de familia que no podemos saber cómo te vas a poner dentro de un rato a pesar de que te ves tranquilo... Hey, Diavolo, salí de ahí, ragazzo... cuando escucha el Diablo se ha puesto a dar vueltas dentro del pequeño espacio, como un derviche trasnochado; su mirada está perdida y ha comenzado un salterio en italiano a una velocidad inescrutable. Bambini bambini, io sono il diavolo e ho paura ho paura ho paura ho paura, non so dove dormire, miei bambini miei bambini, dove siete stati bambini???
De pronto se detiene, toma una paila y se enjabona la cara. Me mira a través de las celosías y bebe del agua enjabonada. Me mira hasta el fondo de un glacial donde hay muchos carámbanos que brillan azules. Nos multiplicamos, nos ensanchamos, el infierno es una oquedad parecida a un tobogán. Il Diavolo va veloz hasta Perugia pero la policía ha llegado a este otro punto del eco y de los reflejos en el hielo. Pasan por igual a nuestra sala que ya no da para más. Todos enfusilados ellos, trato de explicarle que el Diablo no es peligroso, que está triste, que necesita ayuda, que lo traten bien camino al psiquiátrico. "Ha de ser pija de drogo" -dice el mastodonte-, y no, le respondo, sólo sufre un trastorno mental del tipo de los maníacos depresivos... "Ahhh -exclama el policía- pija de loco es que es, entonces". No doy más. Le pido al Diablo que salga, que se lleve su flauta, que estará bien. Luego de largos minutos de silencio durante los cuales la policía ha visto una y otra vez, con sospecha, nuestro libros -¿y una vez que se lee un libro... qué se hace con él?... pregunta mastodonte 3-, il Diavolo sale, hablando italiano, pidiéndome una bolsa para guardar su camisa mojada. "Rápido, ciudadano, tiene que acompañarnos para llevarlo al hospital" -le dice mastodonte 2 al Diablo. Yo conozco, yo conozco, tengo ficha ahí, ya he estado internado pero no quiero llegar sucio, no quiero dar miedo, estoy triste, nada más...
El Diablo se ha ido. La casa ha quedado impregnada de su perfume barato. He visto el frasquito y se lo ha echado casi todo antes de entrar de rodillas a la sala. Huele a perfume ochentero. Se lo ha regalado su mamá al igual que el album donde aparece en todas sus facetas cómo músico callejero, como padre de familia, como el viejo amigo que salía con nosotros y que reía siempre, muy seguro de su juventud y que cantaba apenas miraba una guitarra o una sampoña. El Diablo se ha ido. La noche se lo ha llevado y tras de él, como viejo jolgorio dionisíaco, ha quedado flotando una confusa melodía de flautas andinas. Tristes. Todas triste ellas.
F.E.
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