(Aquí desde la frontera pakistaní)
El asunto es que se debe intimidar, desplegar la mayor variedad de movimientos que denoten coraje, encono, prepotencia. Cada día, desde 1959 hasta la actualidad, en el pueblo fronterizo de Wagah, entre Pakistán y la India, los guardias se mueven a ambos lados en un ritual que debe ser lo más cercano a los antiguos retos que los ejércitos se daban en los campos de batalla antes de enfrentarse.
Muy cercanos a aves extrañísimas que se preparan para picotearse, los guardias que van a cerrar la frontera tienen ante sí un público a graderías llenas que alientan sus respectivas nacionalidades, vitoreando los movimientos de caja y... y... pues... y la gallardía de sus soldados.
Mucha más tensa es la actitud en la frontera de Korea del Sur y Korea del Norte, creo que con más conciencia de que atrás de ellos, mirándoles con gravedad, están los misiles nuclerares, y no es que los pakistanies y los indios no les importe, pero sí se la saben pasar a lo grande intimidándose con alborozo, y claro, con una participación más directa del pueblo.
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