Julio me ha pasado, como contrabando en una frontera de espinos, esta luz, y se lo agradezco como un refugiado que necesita recordar la explosividad de la poesía, para reventar por dentro, y demoler todos los gusanos de la complacencia. La voz viene del norte de Honduras, y ya no aguanta las fronteras:
Amanecer
Despierto,
busco un atajo para
desandar la geometría ciega
de las moscas
en la oscuridad.
Afuera el miedo
es temperatura ambiente,
soy parte del
vía crucis de autobuses que conspiran
contra el que
cruza hacia la otra orilla.
Mucho antes de
la primera luz
el ruido
revienta,
un hervor de
gusanos apesta,
apesta a muerte
amanecida, a insultos,
a histeria de
gente que se odia.
Ojos de reptil;
el plato del día.
Voy a la mesa:
hierbas, carnes
y otros enojos,
pondero la
exactitud de los enemigos diarios,
entro a la
viscosidad del día sin creer en nadie
y comienzo a
flotar en una secuencia de instantes;
el santoral a
flor de dientes, el obituario bajo el brazo.
Esquinas
Extiendo el
oído contra los muros,
percibo un
murmullo
como si la
muerte fuera zona erógena,
como si alguien
fabricara puentes verticales.
(En las
azoteas los suicidas instalan su liturgia)
Los olores se esparcen, coito
y rótulo sonríen juntamente,
la próxima
víctima revela coordenadas de metálico silencio,
cuerpo a cuerpo la muerte,
entre esquina y meridiano,
escribe su diario de navajas.
Máscara y pesquisa me enseñan
a esquivar la trampa de los saludos,
a permanecer callado para no dictar mi propia traición,
rostro a rostro
la locura se repite,
cada mano que
se extiende puede ser un arma blanca
o volverse la
impaciencia del cadáver
perdido entre
tanta soledad,
calle a calle
memorizo el nombre
de los nuevos
dueños de la tierra
y a la vuelta
de la esquina nadie despierta a los difuntos.
Salgo y habito
las primeras luces,
desde el estallido
de graffiti
alguien pudo
escribir la memoria de cada esquina,
pero el eco de
los cuerpos que cayeron
se ha ido por
las cloacas.
La noche y sus
medidas.
Una calle vacía
puede replicar un ataúd.
La noche y sus medidas, los
mil ojos.
La sangre, nuevamente,
lame el acero.
El vuelo
transparente de una paloma
Me desplazo entre números,
nombres, avenidas sin olfato,
calles de doble filo,
automóviles tripulados por carniceros de ochos horas.
Digo una plegaria para excomulgar
a los depredadores que se agazapan.
Salen los cuerpos a sumergirse
en el animal de pezuña que es la sombra,
comienza la caída,
el día recoge sus bártulos, cierra los ojos
con las cifras de los mercaderes de agujas.
La tarde embiste y echa a volar el diario
que alguien olvidó, como si tratara de olvidar
la ofensa a un amigo,
y
flotan las páginas,
uno que
otro degüello se eleva
con el
vuelo transparente de una paloma.
De rodillas,
sin darse por vencido
ni aún por
morder el polvo,
mis manos están
firmes;
es sólo que le
debo un beso a la tierra,
y esta voz que
te nombra
y le da por
llamarte telaraña de lágrimas,
coctel molotov
a la hora del té,
criminal de
guerra posfechado,
virgen que
sangra,
conjuro de
tabaco
profecía de
humo,
día de muertos,
viejo músico
que rasga su acordeón de tristeza.
El día se tiñe
con el color más deplorable,
mis huesos
acumulan lo dulce
de un ángel que
me abraza y me cubre;
algo que fue en
otro tiempo,
un recuerdo
violento: muro con serpentina,
hilacha de
carne de algún fugitivo,
otra edad, donde
venerábamos el juguete de infancia,
los ojos
dormidos, la puerta de sueños,
tu mano en mi
mano, puño de sangre,
otros rostros
que dejaron un beso imposible,
colores de
ropa,
rictus de gente
que pasa.
Aquí, donde el
paisaje es una fila de casas grises,
la basura es la
flor matutina
que dejaron los
perros,
más bien lobos
citadinos.
De este lado
casi todo se muere,
se pudre en las
aceras
y los niños
patean los despojos
hacia los
patios, donde el polvo
es un anciano solitario.
A los lejos, un
destello,
un leve gesto, como
si la tierra fuera a partirse.
Otro día se
aproxima,
se erige sobre
nuestro sueño,
mientras tanto,
no me llamen hijo,
llámenme
errabundo.
Julio
Torres (La Lima, Cortés, Honduras, 1982) es fotógrafo aficionado, en 2008
publicó el poemario Nociones para habitar
un país difícil. Parte de su trabajo ha sido publicado en la antología Cuarta dimensión de la tarde, edición
conjunta entre poetas sampedranos y cubanos. Es ganador del I lugar de Cuento
en los JFSRC 2012, tiene en preparación el libro de cuentos El sueño es un carnívoro que persigue a los
despiertos.
1 comentario:
Desde el primer verso, desde el primer párrafo, desde todo se percibe la mirada auténtica de la poesía. Gracias compartirlo, habrá que recordar este nombre: Julio Torres.
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