Presentación que me dieron el privilegio de ofrecer en la ponencia que el historiador hondureño Jorje Amaya expuso en la Embajada de Nicaragua en Tegucigalpa.
"Hablar de la historia de Centroamérica es hablar de
historias paralelas pero no comunes. En esta noche el historiador Jorge Amaya* hablará sobre Sandino y su contexto y habrá que entender, en primer lugar, lo
que significa que un historiador hondureño asuma interpretar la vida de un
hombre como Sandino que es, para Nicaragua, un signo definido de identidad que se
proyecta en toda su cultura; y en segundo lugar, comprender que desde esta
Honduras que se mantiene en constante búsqueda de su identidad, el historiador
y la historiadora hondureña deberá encontrar los puntos comunes que unen a
Honduras con Centroamérica para establecer un nuevo punto de partida junto a
las manifestaciones culturales que ya se están dando en nuestro país.
He querido hacer esta introducción a la ponencia de Jorge
Amaya utilizando el marco conceptual de sus investigaciones, sus intereses y
referencias, más por lo que he aprendido a leer de sus obras que por un
puntilloso análisis historiográfico-académico. Soy su lector y así lo percibo.
Debo empezar diciendo que nunca como ahora –y nunca con
mayor fuerza que ahora- las hondureñas y los hondureños habíamos emprendido,
desde todo el espectro de nuestra “nacionalidad”, una búsqueda masiva de lo que
somos y de lo que seremos a partir de ello, es decir, sobre el significado y
significante de “lo hondureño”. La discusión sobre la identidad o sobre lo que
ésta debería ser ha inundado las calles, las paredes, los medios de
comunicación, los círculos académicos, sociales, artísticos y por supuesto, el
interior de nuestros hogares y de nuestra individualidad.
En muchos casos definir significa elegir un camino o limitar
en su interpretación contextual el ser, lo que éste es, lo que existe o no. Así
comienzan los referentes de oposición o asimilación que los grupos sociales que
conforman un territorio deciden utilizar para construir su idea de nación, lo
que les es común, lo que el tiempo dará –más allá de una pulsión metafísica-
como cultura.
Levy Strauss señala lo siguiente: “El término cultura se
emplea para agrupar un conjunto de diferencias significativas cuya experiencia
prueba que los límites coinciden aproximadamente”.
¿ Qué límites se
prueban coincidentes en la historia de Sandino respecto a lo hondureño? o en su
defecto ¿qué coincidencias centroamericanas o latinoamericanas abarcaron
nuestro territorio hasta volverse una sola expresión cultural tan necesaria y
urgente que nuestro intelectuales decidieron participar de ella?
En Honduras,
su historia lo demuestra, hemos vivido más en permanentes desavenencias que en
felices coincidencias. Nuestro propio territorio político habita fases
históricas claramente diferenciadas donde los límites han sido impuestos desde
uno y otro bando. El Estado sustituyó siempre la idea de nación y se arrobó el derecho
de definir qué era grupo étnico o ciudadanía participativa, ya sea esta
participación signada por lo racial o por su ascendente social .
De esta forma fue que
se fundó el conglomerado de nuestra incertidumbre, no encontrándose ningún caso
significativo de revuelta popular que llamara, por ejemplo, a la defensa de lo
hondureño (unidad espiritual de territorio y nación) sin estar este llamado
corrompido por intereses particularísimos que exigieron siempre sacrificio en
la defensa de un color político o de una comarca o región específica.
Este filtro histórico instaurado en Honduras de manera
territorial por los caudillos (con la ayuda de nuestra difícil orografía) y por
la fuerza del caos reinante desde la muerte de Morazán, impuso que toda
interpretación de lo que sucedía en nuestros límites cediera a la
interpretación del rumor. Lo que sabemos del otro, los otros o de lo otro ha
sido leído entonces desde el rumor que especula y que se vuelve rápidamente sórdido,
extrañeza, extranjería. La historiografía oficial nunca ha podido explicar lo
mucho que el rumor le ha dado como aporte a lo hondureño, ni cómo la realidad
de las instituciones se ha sostenido a fuerza de excluir o de incluir las
diferentes nacionalidades o ideas de nación que viven bajo su entramado legal,
libremente ilegales y pendencieras, asumidas en la indiferencia o en esa otra
ley consuetudinaria que establecen los mal entendidos de la mentalidad.
Jorge Amaya es uno de los brillantes y esenciales
historiadores hondureños que han logrado no solo hacer uso de nuevos
instrumentos investigativos sino que también de nuevas intuiciones en la
investigación y lectura de nuestra dinámica nacional, ya sea que la llamemos
nuestra o que estemos hablando de consecuencias de hechos desbordantes en
Centroamérica, como sucedió con la vida de César Augusto Sandino y su relación
con nuestro escritor y periodista Froylán Turcios, por ejemplo.
Desde sus más conocidos libros e investigaciones, Jorge
Amaya apunta siempre hacia la inmersión en el submundo cultural hondureño y
centroamericano, para hacer emerger
desde ahí el enigma que somos y que sin embargo es conocido con claridad,
diariamente por la mujer y el hombre común
(sujetos a- históricos desde el punto de vista del canon académico),
mismos que terminarán dando, desde sus luchas más anónimas, el significado de
lo que es y será Honduras y Centroamérica.
Otro Augusto (bella coincidencia), el novelista paraguayo
Augusto Roa Bastos, nos lo confirma al decir:
“El problema no es del lado de la
realidad, el problema es siempre del lado del conocimiento, o sea, de aquel que
pretende conocer lo que pasa en la realidad”. ¿Qué realidad vivió Sandino que
no fuera la nuestra? ¿Qué conocimiento tenemos de estas coincidencias? Con
ustedes ahora Jorge Amaya, quien nos dará algunas respuestas sobre ello."
Buenas noches.
Fabricio Estrada
Tegucigalpa, 24 de mayo del 2012
Embajada de Nicaragua
*Jorge Amaya, sociólogo e historiador hondureño ha indagado las raíces históricas y sociales de su país en obras como “Los árabes y palestinos en Honduras”, “Los judíos en Honduras” y “Los chinos de Ultramar en Honduras”. Su tesis doctoral -el trabajo más reciente- se titula “Reimaginando la nación en Honduras: de la nación homogénea a la nación pluriétnica. Los negros garífunas de Cristales, Trujillo”.
Ha recibido varios premios y galardones, como el Premio Latinoamericano de Investigación Educativa “Luis Beltrán Prieto, Maestro de América”, 2006 en Venezuela, que convoca el Ministerio de Educación, la Alcaldía de Caracas y la Fundación Beltrán Prieto, así como el “Premio Centroamericano de Estudios Históricos Rey Juan Carlos I” en 1995, que otorga la Embajada de España en Honduras. Asimismo, recibió el Premio “Ramón Amaya Amador” en la rama de cuento en el Primer Certamen Literario Inter-universitario en Homenaje a Rafael Heliodoro Valle, en 1991, con el cuento “El mercenario”. En el 2005, se agenció el Premio “Luis Beltrán Prieto” como “Mejor Profesor del Año” que otorga la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM).
1 comentario:
Interesante la definición que hace Levy Strauss sobre el conglomerado de diferencias que el empirismo ha probado que coinciden en los límites. Es curioso como la historia colectiva o memoria general de una nación está subyugada en muchos casos a unas fronteras imaginarias que sólo sirven para alimentar el pragmatismo. ¿Qué tanto nos pertenece Sandino? ¿qué tanto les pertenece Morazán a ellos? Es un mosaico cultural dificil de interpretar.
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