Foto: Secultura/Periódico Equilibrium.
Debajo de mi falda
Hace
siglos, desde que me hice niña, he podido sacarme el corazón y decorarlo con
cintas, clavarle alfileres, dejarlo sangrar y seguir jugando. Hace siglos
cuando mis cabellos eran una cascada sobre las piedras, yo volteaba y me sonreí
a frente al movimiento del agua, mordía mis labios.
Mis
pasos oscilan en una cuerda hecha con mis propias arterias, el abismo no es más que un motivo. Ser mujer
fue siempre el salón de los vientos, la música y el aullido.
El
vientre ha sido motivo de censura y
de espasmos. Olas y mar salvaje que se abre a la vida, que
se multiplica en eslabones de ceniza. Un ejército de frases mudas muere con un rostro que se ha anclado en la
palma de mi mano, esa mano acusada de
fornicar y ceder a los delirios.
No soy
de jaulas en mis cuerdas vocales, ni en ningún átomo de mi cuerpo
y a pesar de los reparos, cada
vez que digo mujer, desnudez, amor, sexo, debajo de mi falda hay un suicidio colectivo de estrellas.
Acto de fe
En
mis ojos reposa un puñado de muertos.
Pero
tu lenguaje me invoca
y araña
en los espejos el sabor de la felicidad.
Desatas
cada nudo que yace en mis poros
y nadamos en los excesos
vos
alucinás en una cruz que crucifica otra cruz.
Padre
del idioma oculto,
La
moral desconoce nuestro ritual del orgasmo,
que
unge la noche como un acto de fe.
Olvido
Se
enmoheció el sitio donde cuelga nuestra foto:
plegaria
con rostros aún sonrientes,
el
tuyo, con el cristal como máscara que defiende una sombra
y el mío como un ave amarilla,
que
resucitó de la guerra
esta
tarde de junio.
Restos
Tu
camisa yace todavía en el sillón de mi cuarto, la observo caer como un
naufragio que escupe momentos felices mientras escribo en la libreta que hoy es
viernes.
Estás
en la página agitando tus brazos y arrancándote aquello que más amábamos, el
color con el que me hacías reí r y la voz que hiciste canto.
Atardeció muy pronto,
no estaba preparada para ver el mar llenarse de gritos. Estoy desnuda
ahora, hago figuras con las cicatrices de mi vientre mientras preparo una
despedida. Las grietas del piso hacen signos de interrogación a los cuadros que
hace unos días cubrían tu cuerpo.
Alguien
lo previno, te vio maldecir de diversas formas las frases que me escribías. Ya
no eran cantos, eran un cementerio de
hojas que me ofrecías en un gesto esquelético que fragmentaba mis alas y me
envolvía en una tormenta.
Todo
sucedió tan rápido, y las respuestas
eran universos afónicos en esta ciudad cada día más sucia, ajena al amor e indiferente hacia
aquellos que compramos entradas para un suicidio.
Todo
sucedió tan rápido, y me asfixian los
edificios y los sitios donde planeábamos hacer el amor como felinos. Es la hora
de imitar a los que se han ido justo a
tiempo y ven llegar a Artemisa como única salvadora de estas estaciones de
papel.
Alucinación
Tengo
miedo de abrir los ojos y confundir la
mañana con un cuadro de Dalí .
Suelo quedarme quieta, como un lince en medio
de las sábanas que me susurran verdades cada vez que te invoco.
Estos días cuelgan del árbol del patio, los devora el vacío de la tarde, tarde en la que planeo todavía excursiones a
tu cama y me filtro en tu memoria para
espantarte el sueño.
Escucho
la voz de mi padre azuzando a las
aves que vienen del oeste a vestir de
sonidos el campo, y a devorar los retoños
de las estatuas que amenazan mi locura.
El corazón se agita como un dragón que escupe
guirnaldas, a la entrada de una ciudad que no lo escucha.
Mi cuerpo es la lira que entona tormentas,
como el acertijo del granizo que
baña los techos de las casas vecinas.
Mientras ellos duermen, yo resisto una guerra interior y pongo ojos en la palma
de mis manos para acariciarte en mis sueños.
Ahora todo es recuerdo mi amor y actúo como
una desquiciada mientras veo parir
mortajas al reloj que no perdona.
Tegucigalpa
Quiero
superar la cruz que rodea esta ciudad. Acertijos que se balancean desde muchas lenguas. No seré
una espectadora, víctima de traficantes de exorcismos y mercaderes de
ojos cerrados que inventan números detrás de las puertas. Desobedezco como me
enseñó mi padre, con mi rostro de
hambre, a cada uno de sus artificios y esquivo las tormentas que babean sus
bocas para que no se tiñan mis pasos de mansedumbre. Se puede
odiar invocando ángeles, pero también se puede llenar de huellas y de
gritos los campos sepultados bajo el concreto.
Sigo
sosteniendo que el paisaje guarda historias de hombres que han sido
sacrificados por el silencio, que sus voces se entierran en el asfalto para despertar un día en la fiesta de
la memoria recobrada.
Sacrificio
He llorado tanto tu ausencia
como la crucifixión de Cristo,
llantos que harán un hueco en el mármol que
guardará mis restos.
Todas tus palabras y el
rencor
eran necesarios para desollar la escasa piel
que aún quedaba.
Te falto mirar esas constelaciones
que parecían un rebaño consumando la ceremonia
del fracaso.
Los Cantares y el Génesis me absorbían a
dentelladas,
los evangelios
se escribían en la planta de tus pies.
Tragabas perlas disueltas en vinagre.
Nada permanece.
Solo tus estatuas,
mientras me haces concebir abortos
al ritmo de un viejo saxofón.
Esos
años
Pienso en los pueblos que habitaron nuestras
tardes, aquellos que lloviznan todavía
poemas desde un mirador. Las
casitas apretujadas parecen morir de risa cada vez que se asoman en nuestras
fotos. Los cedros auguran la lluvia y celebran las siestas al lado de los
emporios de hormigas que hacen trueque con nuestra nómada carne.
He consultado la tierra y sus secretos, la
comunión de las piedras, y anuncian solemnes que la casa se nos derrumba. Hay
que inventar un nuevo viento para el hombre de la camisa a cuadros que me
vendió un eclipse y una jaula pequeñita con códigos para destrozar la música y
deletrear la luz.
Es el momento de encontrar el rumbo que me
rescate de todas tus orillas y de acomodar en la parte más fría de la nevera:
tres años, cinco meses y una tarde.
Es la hora de concebir
una cárcel para atar lo absurdo y castigar tu nombre.
La abuela
Desperté con
la imagen de mi abuela, colocando galletitas en la mesa y explicándome cómo
ahuyentar la tristeza desde la forma de mirar.
Siempre me
dice que llegamos del oriente, ahí donde despierta el sol, y que por eso
llevamos la luz en nuestro pelo, como un incensario precolombino.
Que no debemos
dejar que nos la roben, que la migración es tan antigua como la historia y que
la fortaleza se nota hasta en la forma
de acariciar las flores.
Solo quiero
decir que el jardín amaneció lleno de asfalto y que a pesar de eso todavía en
las trenzas de mi abuela se esconde una cigarra que canta, canta, canta.
Olvido
No me
revelaste nunca
el manual de
recetas para dejar de amar.
Aprendí a
olvidar –sobre la marcha-
así como se
aprende un idioma
mientras vamos
tachando en la agenda
el número de sueños permitidos.
No me
enseñaste nunca
como ocultar
la cicatriz de la derrota,
ni a encontrar
esas luces pequeñitas
cuando el
miedo me acompaña a tomar un café.
La muñequita
tonta está vestida de agujas
y la casa se le derrumba.
Regreso
A veces me
pregunto si todos muestran sus restos de
lluvia entre las fotos. Si este miedo
que aparece entre cada página del viejo álbum quedará atrás.
Siempre estuve
pensando cómo escapar de ese rostro que
era exilio, mientras el alma se abreviaba y soñaba con el manual para colorearme las plumas.
No te
esperaba, y aunque solo quedan restos, sujetás un paisaje que se abre en un
nuevo ciclo de vientos. No hay más misterios. El día cede y nos prepara un lecho poblado de espejos. Me descubro leyendo el futuro en un par de tazas de té.
Perla Lusete Rivera Núñez: Ajuterique, Comayagua, Honduras. Licenciada en Letras y
Lenguas y Literatura por la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán
en el año 2008. Docente. Ha publicado " Sueños de origami" el año
2014 por Goblin Editores y ´´Nudo´´ por
editorial Malpaso en octubre de 2017. Incluida en la primera Antología de
landais hispanoamericanos promovido por la revista 7lunas de Venecia, Italia,
en la Antología Chamote ´´Una amalgama de voces de nuestra América´´ editada en
Argentina, y en la Antología de narradoras hondureñas, de la ANDEH, por
ediciones literarias Paradiso.
Invitada al Festivales de poesía en El Salvador en tres
ediciones y al Festival Internacional de poesía femenina en Cereté, Colombia.
Publicada por revistas de poesía y literatura en Italia, Colombia,
Centroamérica y Estados Unidos. Pertenece a la Asociación Nacional de
Escritoras de Honduras ANDEH.
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