Me probaré en la suerte de los loteros, me iré en el desalojo de los perros de agosto.
Acamparé luego de la embestida de la locura y haré fogata, frotando las piernas que se mueven a voluntad en dirección sur.
Tengo pocas armas que traficar y apenas he intercambiado un par de plumas con los ángeles hambrientos. Mala poesía se escribe con ellas, malos carteles incendiarios, pocas epístolas, pocas enmiendas constitucionales, pocas leyes para el vacío, pocas notas sinceras.
Declarada ciudad abierta a la ciudad le entraron hasta los budistas más reacios, todos de pronto con lanzallamas y largas picas para revisar entre las grietas. He permanecido insepulto por varias semanas y ni aún tatuándome el nombre de Orestes en la cara aparece una Electra que llore y ruegue por mi. Los perros de agosto me llevan por los talones, el desmantelamiento de las tiendas comenzó muy temprano.
Desalojados los ancianos han continuado con todo lo vivo que se mueve.
Desmantelan cuerpos. Estaciones de buses. Librerías.
Una mujer fue desalojada de su rostro.
El cielo fue desalojado de su azul.
F.E.
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