viernes, 5 de enero de 2018
El trending de la filantropía y la solidaridad
La mass media va en busca de símbolos que simplifiquen la comunicación y reúnan todos los valores y satisfactores en el pensamiento colectivo. Bajo ese presupuesto el dolor también consume, la indignación reclama productos envasados o envasa. Un ser humano con todas sus contradicciones pero con capacidad sincrética es el oro más apatecido para la banalización de una lucha social, causa o representación del espíritu nacional que requiere ser mercadeada y escuchada pero que la mass media solo divulgará si contiene lo que es trending.
Trudeau, por ejemplo, el Primer Ministro canadiense y su versátil apariencia de neo-centro-izquierda Kent sin Barbie. Por otro lado Trump y su descarnado look de jefe coorporativo T-Rex. Eso del lado de la alienación en el primer mundo, pero en la izquierda snob o en la levantisca ola primaveral árabe y latinoamericana el merchandasing apuntará a Camila Vallejo, la líder estudiantil chilena y, en el medio oriente, a la rubia palestina Ahed Tamimi. Ya vimos el caso de las punk rusas Pussy Riot y del acicalado Dalai Lama Tenzin Giatso, y en Honduras, la reducción a "líder ambientalista" de la combativa Berta Cáceres. ¡Ostia! ¡y se me estaba quedando Iglesias de Podemos!
Cada una de estas figuras han sido mediatizadas indistintamente a la posición ideológica que representen -el Sub-Comandante Marcos me hace un guiño para que no lo olvide- y reducidas a paráfrasis publicitarias para carteles de moda o trofeos gráficos en camisetas o gorras de pasarelas, como sucedió con el mismísimo Ché, otrora todo un concepto de lucha a través de la imagen de Koda y ahora un ícono de la refrescante rebeldía posmoderna. Todo lo que la comunicación actual toca, incluida a la honesta lucha divulgadora, se transforma en códigos hedonistas que drenan gran parte del mensaje final. Nos llega a nosotros una pequeña brisa de lo que en principio tenía previsto derribar murallas, adula nuestro ojo deformado por el espectáculo y eleva a escenarios exóticos lo que antes fue presencia real y no exactamente simbolizadora de la psiquis consumista de filantropía -aquí Rigoberta Menchú hunde su dedo en mis costillas, con delicadeza, claro-, ese kit de la ética de emergencia que no incluye más actores que los simbolizados y enfocados por las cámaras.
En este orden de filtración comunicacional no valdrán cien asesinados por la represión de una dictadura o sistema neo-liberal, a lo sumo se podrá apostar por un arriesgado 43 de Ayotzinapa que con el tiempo se vuelve demasiado complicado de manejar a nivel de sensibilizador o satisfactor de marca (la marca de la solidaridad) así como lo fueron los 6 jesuitas y las dos ayudantes de la UCA salvadoreña en 1989, y no digamos los 900 asesinados de El Mozote. Esas cifras solo pueden ser sostenidas en la memoria de los pueblos vinculados de manera directa con la pérdida pero no así por la "conciencia universal", a menos que, desde esa pérdida, los pueblos hagan historia inevitable para los tomos de los académicos o que erijan por sí mismos las figuras incorruptibles de Romero, Mandela, Ghandi, Martí.
En Honduras, por ejemplo, los 38 asesinados de manera directa por la policía militar -entrenada por Israel- del dictador juan orlando hernández no son suficientes para crear símbolo doloroso o empatía filantrópica en la comunidad latinoamericana en conjunto. Con honrosas excepciones, la solidaridad actual hacia Honduras ha sido tan breve en la práctica de los muros de facebook quizá porque ningún lobby comunicacional ha producido el personaje trending. Pero sepámoslo, que una vez que se encuentre, tendrá que ser tan atractivo como los occidentales ojos del Sub y de Ahed. A menos que para evitar la iconografía banal decidamos inmolar al símbolo, como lo fue el bonzo tunecino que se prendió fuego ante el banco de su quiebra para iniciar así las llamadas primaveras árabes. Un rostro anónimo y calcinado sea quizá la ruptura del demoníaco trending.
F.E.
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