Foto: Palomas, serie. Fabricio Estrada
A veces la noche se pierde entre mis manos espejo roto, grieta de tiempo incolora; el rumor de mi corazón se quedo en Comasagua. Los espantapájaros marchan de nuevo hacia las sombras. Escribo y descubro palabras que desconozco.
Desnudo frente al disco del jaguar, Mi lengua alcanza la desmesura
entre las raíces de un mar, verde en su oleaje,
subiendo las veredas del tiempo
desde Ayagualo. Soy un escriba miles de años atrás en una plaza,
donde mi oficio alcanza otros reinos
hasta y desde la eternidad,
compleja maquinaria
levantando andamios y estructuras supernumerarias,
bandada de palomas ascendiendo en el cielo abierto de Citalá.
Arquitectura de formas sin formar me rodean,
hasta llegar a Cihuatehuacán,
espacio poblado por minotauros rojos, negros y azules
que dibujan el silencio
y también el grito entre las pezuñas del poema.
Rainier Alfaro Bautista
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