Foto: Fabricio Estrada, Isla Verde, PR
Crónica de una vida en Miami rompiendo el círculo vicioso y el circuito cerrado. Mi primer trabajo fue en Miami Beach. Carros de lujos, grandes edificios, culto al cuerpo, olor a bronceador, la esencia de la vida del Jet-set; se despertó en mí la voluntad para ascender hacia la cumbre Inmaculada ”Sueño americano" ,tratando de atar los hilos de mi nuevo destino, de qué fortaleza se precisa para soportar la nueva convivencia, fui en busca de un cigarro al 7-eleven.
En Collins Avenue en el camino me encontré un hombre de aproximadamente de unos sesenta años, y me dijo Brother tienes algo para comer, le dije que no, la realidad mía eran siete dólares para el pasaje del bus al tren. Caminaba grandes avenidas para encontrar la estación que me conducía a mi destino, ya en la estación se me acercó una señora con una niño de aproximadamente dos años, pidiendo para comer. Segundo encuentro con otra realidad de la capital del sol, poco a poco caían los conceptos, los espejismos y las luces de neón. Para no derrumbarme por la pendiente que nos ofrece la cima y la desesperanza, caminaba un viejo libro de Bolaños, Estrella distante.
Así pasaron los días habitando entre seres trasparentes, escuchando las heridas de anticastristas que anhelan la vida americana en cárceles geométricas de asombro y hambre, en busca de vida, MIAMI, ahora mi casa, me ofrece una vida pausada entre letras y nostalgias pero no me calienta la luz emergente, la moda, las luces de las luciérnagas digitales, claro estoy que vivo en la esquizofrenia del capitalismo... fui descubriendo lugares alternos de cine independiente, bares de fin de siglo y librerías... y así florece el cosmos de inauditas vivencias, mi patria es de revelación y rebeldía de explosión y nostalgia, cada día pongo a prueba el muro donde ayer el tiempo me enseñó a rescatar la magia eterna de un instante, nacer de nuevo y descubrir que para siempre somos extranjeros, Vagabundos que cargamos de una u otra manera nuestras nostalgias en los hombros, nuestras tumbas y nuestros jardines, y como bien lo decía Benedetti la patria está allá, diseminada en pedacitos yo aquí tratando de conservarla en cada centímetro que somos.
En la desesperación recurrí a la alquimia, a la magia tratar de extraer de la vida el elixir que trasmute nuestra mortal materia, la eterna sustancia el amor, los libros la música y un buen vino te salvan la vida.
E. A.
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