He aquí dos poemarios que deben leerse. Conozco de primera mano el tiempo acumulado en ellos y la vida vertiginosa que los puso en conjunción. Carlos, por un lado, ha llevado su texto por todos sus viajes y, en ellos, ha tenido la enorme felicidad de conocer a poetas que han echo eco en su libro. Es un poemario, podría decir, que se debate entre sus estaciones en el Amazonas, Río de Janeiro y Madrid. Alfonso, por otro lado, ha esperado que los Fusibles fosforescentes vuelvan a tomar cuerpo y relanzados en una edición que honre la ya publicada luego de ganar el premio de poesía centroamericano de Quetzaltenango. Sus textos, resumen, a mi parecer, toda la intensa urbanidad de pos-guerra en El Salvador, el desgarre de una generación que debió sobrevivir al silencio estruendoso y a los señalamientos trasnochados de intimismo "no combativo". Aquí hay lucha, aquí, hay una lucha de enorme carga energética.
El jueves estaré en la presentación junto a Carlos Ordóñez, y ya quisiera moverme mañana hacia San Salvador para acompañar a un poeta para mí entrañable. Un hermano.
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