“El ser humano se estaciona y se olvida de algo. Sin
embargo ¿Qué hay en el ser humano que hace que soporte tanto?” Rolando Costa
En
lo personal, Rolando Costa es el poeta salvadoreño que con mayores misterios
alimentó mi curiosidad, una vez que la esplendida poética salvadoreña comenzó a
iluminar los cuartos vacíos de mi conocimiento hasta entonces. ¿Por qué? Bastó
la recomendación del poeta Alfonso Fajardo, poniéndolo en mis manos como
pasaporte al reino de la intriga: “Leéte
bien este libro y ya me contarás” –me dijo-, y así, comencé a intuir las
dimensiones reales de aquel regalo que desbarató muy pronto “el Reino de la
Intriga” para pasar a ser (Helechos), una experiencia estética
desbordante, un país terreno al que el poeta le aplicaba disecciones forenses,
una indagación profunda al laberinto en el que, el alma humana, oficia de
minotauro.
1-
Han pasado muchos años desde que Helechos -y usted mismo- se convirtió
para muchos en un poemario de culto dentro de la literatura salvadoreña, no
tanto por su prolongado silencio como autor, sino más bien, por su inusitado
desmarque estético respecto a la gran mayoría de poesía que se escribía en ese
tiempo en Centroamérica ¿Cómo valora ahora, desde esta perspectiva, a Helechos?
Una valoración de
Helechos me hace pensar en si logré o al menos en alguna medida logré lo que al
escribirlo quería lograr. Quería, como se dice, sacar lo que tenía adentro de
emociones.
Quería hacer una
denuncia.
Quería sembrar una
semilla.
Quería entregar una
joya.
Quería
solidarizarme.
Quería trascenderme
a mí mismo.
Quería encontrar
otro mundo.
Quería encontrar la
poesía.
Quería encontrar a
Dios.
Quería dejar y dar
algo de mí mismo.
Quería desgarrarme.
Quería encontrar al
ser humano del inicio.
Quería estar con la
humanidad.
Quería mi libertad,
una esperanza.
Y por todo eso y
más, dediqué esos años de mi vida a escribir un libro, solo uno, y para
lograrlo, quemé las naves. ¿Qué logré? Creo que escribir ese libro me salvó de
la vacuidad.
El ser publicado el
libro, me dediqué a distribuir por algunos días los quinientos ejemplares que
me correspondían, de una edición de 2 mil ejemplares. Hubo quien opinó que el
libro lo produjo una mente calenturienta. Y hubo quien opinó que se trataba del
trabajo de un existencialista. Pero el reposo no lo tuve hasta que escribí
Euquenor Tragado, el título definitivo de este otro libro.
Y me fui a otras
cosas. Sí, de alguna manera me rescaté a mí mismo de la disolución de entre la
humanidad. Pero me faltaba todavía.
2-
¿Lo pútrido es una forma de exquisitez estética o un reflejo en el
texto de la descomposición social?
Existe lo que medra
en las descomposiciones. El verde del musgo es deslumbrante, maravilla. Los
hongos, también maravillan. Pero medran. ¿Somos algo meramente así en el
devenir de las cosas vivas o hay algo en nosotros diferente, un cristal, que no
requiere de medranzas? ¿O una pulsación, como en las luciérnagas? ¿Hay un
llegar a ser o un ser ya?
Sí, lo social es
una descomposición cuyas medranzas se estacionan en el ser humano. Y el ser
humano se queda enredado en lo social y sus estaciones. El ser humano se
estaciona y se olvida de algo. Sin embargo ¿Qué hay en el ser humano que hace
que soporte tanto? ¿Qué quilates? La interrogante es válida. Helechos está
lleno de preguntas.
3- ¿Qué papel jugó el surrealismo u otras lecturas crípticas en la conformación de Helechos?
Me
impactó el uso de lo onírico, de lo absurdo, de lo conciso, de lo paradójico,
de lo fantástico, y lo extraño en las artes, no solo en la palabra. No hacía
mucha distinción entre movimientos y manifiestos, tomaba lo que me parecía
acertado. Por ejemplo, una vez encontré entre los libros que le habían dejado a
mi padre de una biblioteca, uno de un tal Frank Kafka, titulado El proceso, como
decía la portada sin ilustración alguna ni comentarios de introducción. No pude
dejar de leerlo hasta darle fin; mi impresionó muchísimo, impactó. Y no tenía a
nadie con quien comentarlo por entonces.
Y apareció un tal Rilke con las elegías de
Duino, y Los Cuadernos de Malte L. Brigge. Por ese mismo tiempo, en esa misma
biblioteca, encontré a Pío Baroja, y me encantó. Todo lo hacía por cuenta
propia; no buscaba quien me orientara. Levantando tapas y visitando librerías
iba encontrando, para mí, tesoros. Luego fui recibiendo libros prestados.
4- La
trans-sustancialidad de sus evocaciones poética referentes a la condición
humana, ese constante señalamiento del hombre convirtiéndose en bestia ¿sigue
guiando este concepto a su creación?
El
hombre dejado enteramente a sí mismo desaparecería. No está en la capacidad de
salvarse a sí mismo. Pero no está solo ni abandonado en el universo. Hay
alguien.
5- En
Helechos usted le da vida a un personaje de nombre Euquenor, personaje que al
igual que el Moldoror de Lautreamont resume la degradación anímica y la
desesperanza humana. ¿Cuánta fe tiene usted en el humano de nuestro tiempo?
Los
proyectos humanos son un callejón sin salida. El propósito de Dios para el
hombre es seguro. Vamos en una cuerda floja, todos. La misma fe que tengo en mí
mismo es la que tengo en el prójimo.
6- En
uno de sus versos, afirma que "no puede referirse con amor a nadie"
¿Hizo hablar al impulso poético o es una sentencia personal?
En lo
personal, siento que gocé del aprecio de quienes me rodeaban, y, en cierta
medida, fui ingrato y desagradecido, y me duele reconocerlo. Pero sentía que
todos ellos me pedían que me sentara allí, con ellos; entonces sentía una
inmensa soledad, porque no podía hacerlo. Y estando todos sentados, en
cualquier momento surgiría aquella frase de María Rilke, “porque nuestras almas
viven de traición”. El amor sigue siendo auténtico pero también sigue siendo
fácilmente suplantado. Llegará el momento en que podrá uno sentarse a disfrutar
de la inmensa paz que existirá, porque el amor y la justicia estarán allí
completos, lo que ahora es una esperanza. Y será así porque nos habremos dejado
guiar por ese Alguien.
7- ¿Qué
novelistas o poetas lo intrigan o lo hacen volver una y otra vez a sus novelas
o poemarios?
No tengo
de tales libros para releer; se fueron yendo de mis manos, en gran parte y a mi
pesar. Pero cuando se me vienen a la memoria, los disfruto. A veces solo se me
viene el sabor, o un color o perfume, y lo disfruto. En algunos casos he vuelto
a leer, por ejemplo El libro del trópico, de Arturo Ambrogi, y lo disfruté;
quise leer narraciones de Francisco Gavidia, y no pude concluirlas.
Volví a leer Fuenteovejuna y el Lazarillo de Tormes.
Puedo disfrutar los Cuentos de Cipotes de Salarrué, si lo tengo, ya que lo he
regalado muchas veces; lo mismo Andanzas y Malandanzas, de Rivas Bonilla: lo he
comprado y lo he regalado muchísimas veces. Por una razón diferente, leí hace
pocos meses Sibela, de Alfonso Kijadurías, de casi quinientas páginas, novela
inédita, y tiene mis elogios.
8- Si
tuviera que definir el tipo de legado que le dejarían las letras salvadoreñas a
la literatura universal ¿cuál sería su respuesta?
No
sabría decirlo. Yo diría que el peso del que puedan sustentarse y equilibrase
otros es regional; el país no da para tanto. Pero todo es temporal, un “para
mientras”, como se dice, un tente en pie. Algo profundo y trascendental está
sucediendo que nos atañe a todos, en lo que no hay fronteras. Lo que se nos ha
legado continuará.
9- ¿Es
necesario el trance o la racionalización en la concepción poética?
Yo más bien hablaría de lucidez y sensibilidad.
Luego, pulimento, atención, cuidado.
10- ¿Cómo analiza a la nueva generación de
poetas salvadoreños?
No
estoy muy al tanto de lo que se escribe; por lo que puedo darme cuenta, se
escribe bastante, se produce, hay movimiento, talleres, plazas, público. Sí
puedo afirmar algo: respeto y aprecio la labor y la búsqueda de la poesía
llenas de inquietud, de incertidumbre, anhelo y alegrías. Realmente, abrazo a
quienes van tras de la poesía y la buscan.
Conozco algunos nombres, pero me faltaría
leerlos más. La poesía es inagotable, nunca se acabará.
11-
¿Qué nombres convoca cuando piensa en la poesía centroamericana?
Miguel
Ángel Asturias es el primer nombre que se me viene a la mente. Y se sostiene.
En Guatemala hay muchísimo. Pedro Geoffroy Rivas, Alberto Guerra Trigueros,
también me vienen a la mente. Me gustaría conocer el Jonás *.
12-
Cuáles son sus proyectos actuales dentro de la poesía?
¿Proyectos?
No puedo evitarlo; siempre busco la poesía, el fenómeno poético, en la paz de
Dios.
Es necesaria. Es la habitación, el espacio, el
bombillo. ¿Qué viene después? Allí está el cuento. De la intimidad puede uno
asirse en cualquier lugar, rincón o plaza del universo.
*Se
refiere al poemario Jonás, del poeta
hondureño Enrique Cardona Bulnes
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