Hemos visto crecer las ruinas de Siria como si se tratara de un campo de flores fúnebres y por igual, con la explosión de hace dos días en Beirut, la historia nos recordó cómo debieron sentir en Hiroshima, Nagasaki, Mosul, Ciudad Panamá, Grozny, Londres, Berlín, Rotterdam, Varsovia, Pyonyang, Hanoi, etc., etc.
Debe haber un momento para la poesía, pero cuando se ha intentado, las fuerzas de choque de las dictaduras también han irrumpido con violencia Gestapo y fuerzas policiales argentinas o chilenas en medio de lecturas de poesía, como fue el caso de la lectura de Paradiso, en Tegucigalpa 2017, cuando un escuadrón de la policía militar entró con violencia a intentar "sembrar" droga alegando que era una revisión de rutina.
Golpes de Estado, xenofobia profunda, increíbles éxodos de migrantes con transmisiones en vivo, ya sean los sirios y afganos a trav;es de los balcanes y Europa central, o los miles de hondureños, salvadoreños y guatemaltecos a través del istmo de Tehuantepec. Venezolanos, haitianos, ugandeses, marroquíes, senegaleses, libios, todos a un solo ritmo tras el grito de alarma para huir.
El breve hongo que se elevó en el puerto de Beirut me trajo ese destello de recuerdos que muchos hubieran querido que fuera el instante nuclear cegador. No fue así. Solo fue el signo del siglo XXI: intensamente violento y breve para que rápidamente se olvide con la avalancha de espejismos del capitalismo, un espejismo que les está jugando a favor a los fascistas de siempre con el Covid 19.
La dirección de lucha contra el narcotráfico irrumpiendo en Café Paradiso, en medio de una lecttura de poesía. Tegucigalpa, 2017
El Salvador.
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