En canal 5 de Honduras, solían repetir esta película, por lo general los domingos. A mis 9 o 10 años, esta representaba una inquietud que me dejaba boquiabierto. La propuesta de un carrusel como exterminador se ligaba a la idea que tenía, desde ese entonces, de la muerte representada como unas sillas voladoras. También parte de esa película, una asociación que hacía que yo mirara en uno de los altares de la Catedral de Tegucigalpa, todo lleno de resplandores de oropel y hojalata, la posibilidad de un infierno caleidoscópico. ¿A qué se debía la asociación? Al lugar de espejos donde aparecía, al final de la película, el robot guardián del Santuario ¿Por qué el infierno como un caleidoscopio y por qué estaba el infierno en el altar de una iglesia? No sé. Aún ahora, cuando voy a Tegucigalpa, trato de ir a visitar mi infierno.
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