Dos semanas de estadía en Honduras, en medio de una supuesta recta final para las elecciones generales del 26 de noviembre. No hay campaña generalizada ni ánimo real de fondo en la población como para asumir una nueva movilización en contra hacia algo que parece dado de antemano: la reelección de juan orlando hernández. No hay ni dinero en la oposición ni la efervescencia de momentos anteriores, e incluso los nacionalistas han bajado perfil en sus actividades. De esto último hay quienes dicen que es debido a la falta de circulante que ponían en las calles los narcos extraditados.
Las amenazas lanzadas por las maras para que los nacionalistas no hagan demostraciones de fuerza en sus territorios ha causado un efecto real que el gobierno intenta coludir con la Alianza de Oposición, la misma que toma como base a LIBRE (Libertad y Refundación) y un pequeño grupo liberal, PINU y UD. Aunque es LIBRE el auténtico motor de oposición no se debe desconocer que el extinto PAC mantiene su apoyo, al menos en su espectral presencia en las redes, a la figura del díscolo Nasralla.
Hay muchos temores en juego esta vez. Todos temen. Todos. La política de extradición se ha erigido como una sombrilla corta cuellos, sin distinciones y esa es una obvia maniobra de la Embajada que pone en posición inestable al mismo joh. Esto hace de este ambiente electoral una maraña solo reconocible para la hondureñidad, lo que aleja la comprensión y acompañamiento internacional para evitar un fraude. Y es lógico, ante este laberinto de odios, promiscuidades y cálculos, nadie de la comunidad internacional tiene el tiempo suficiente para intentar aclarar lo legítimo que subyace bajo tanta ilegitimidad y ausencia ciudadana. Van por lo seguro.
Lo que advierto a todo nivel es un asentamiento de la decepción: arquitecturas decepcionantes, ejes carreteros decepcionantes, expresiones culturales decepcionantes y un convencimiento de la fealdad como aceptación del entorno. Solo así puede explicarse el abandono de todo cuidado en los detalles finales. Calles que fueron remodeladas para rebajarse a una fealdad aceptada o, en todo caso, para asimilarse a un espíritu público de los nefando. La tosquedad, el lenguaje atorrante de los medios de comunicación acompañan esta aceptación del entorno y ayudan a transformalo en lenguaje. Eso es lo que se habla y se entiende, eso es lo que ha disminuido el entendimiento político de Resistencia, que tan alta cota alcanzó a nivel colectivo. El mismo jingle en uso de la Oposición lo demuestra (el jingle que más se escucha): joh joh es pa fuera que vas, joh joh... da la sensación de un tipo eufórico que se fue emborrachando de rabia y que ya en su mayor despojo logra articular la frase, así, para abajo, sin ninguna fuerza ni convicción. De todas formas, la ruleta electoral ha sido montada de nuevo. Sigue listo el pueblo en Resistencia pero no se ve claro en esta maraña de cansancios y frustraciones. La dictadura ya convive y compra fritangas. Tanto el soldado como el paramilitar se pasan la sal y el chile junto al hombre y mujer que salió a las calles durante el golpe de Estado del 2009. Es muy probable que el 26 sea una redifinición de causales y horizontes, falta ver una posibilidad última en uno de los últimos espasmos del 2009.
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