El
gigantesco deseo, la inaprensible y vasta ciudad entrelazada y erigiendo un paisaje anterior a los ojos *-lo que
vendría a significar que otros ojos ya erigieron esa gigantesca humillación que
fascina-, el intento de atravesarnos cuando el cuerpo ya solo es depositario de
una idea ¿humanidad? ¿espacio? El miedo –“Todavía no alcanza a ver el mundo y
ya tiene miedo de perderlo”, dice Niander Wallace Jared Leto en su soliloquio
ante la nueva replicante, para él defectuosa-, el vacío que toda apabullante
imagen revela tras de sí cuando se impone absoluta, todo estas sensaciones y
significados llegaron a mi butaca en la que me sentí amarrado y con pinzas que
me forzaban los párpados, sí, exactamente como Alex DeLarge (Malcon McDowell)
en La naranja mecánica.
Verlo todo y
no poder verlo. Blade Runner 2049 estaba ahí como Las Meninas de Velásquez y no se alcanzaba de una sola mirada.
Probé a orientarme por la banda sonora y funcionó, me dio calma, me devolvió la
urgente desacralización una vez que recordé las mil veces que escuché la música
original que Vangelis compuso para la del 82 y que Hans Zimmer nos aproxima con
el agregado de sonidos atmosféricos muy propios pero que mantienen
subordinación a los temas originales. ¿Es posible ver la película sin Vangelis?
Creo que no y Hans Zimmer lo aceptó creando a la vez un diálogo armonioso y
perversamente oscuro. Entonces pude serenarme. Estaba en terreno más o menos
familiar. Muy pronto me di cuenta de que estaba subestimando “la secuela”. Muy
pronto me apabulló con su propia personalidad, una épica visual en la que Denis
Villeneuve tenía mucho que ver y que ya nos había adelantado en La llegada (Arrival, 2016). Su
experiencia en darle espacio al espacio de sus anteriores películas calzó
perfecta para combinarse con la portentosa e hipnótica fotografía y el diseño artístico
puesto en juego, algo que pone muy en alto las facilidades de la industria
húngara del cine, contratada en la mayor parte de las escenas. Claro, el
colmillo de Ridley Scott como productor ejecutivo volvió a morder profundo.
Porque
insisto, está regresando el tiempo de los grandes directores convencidos en
darle una lección maestra a lo puramente digital. “No solo de renders vive el
hombre”, parecen decir, y despliegan todo su equipo de vida y devuelven la
famosa trampa que Roland Barthes
sugería para el cine: “Lo real, por su parte, no conoce más que las distancias,
lo simbólico no conoce más que sus máscaras; tan solo la imagen está próxima, sólo la imagen es real”. De esa sala no se sale. No se
sale ni al baño, ni a comprar más pop corn, ni a contestar el celular, ni una
vez que las dos horas y media terminaron, no, no se sale de la imagen impuesta
como un tótem ubicuo que ha estado flotando siempre y que buscamos una y otra
vez en nuestros servidores de internet, ya sea en forma de selfie, publicidad
érotica, fetiche porno, deseo que termina cuando se olvida el password, cuando
el disco duro se arruina, cuando ya no es trending la super modelo, cuando Joy
-el deseo de deseos- es aplastada por el tacón de otra Joy que se niega a
aceptar que fue superada (algo muy cercano al desenlace en The Neon Demon de
Nicolas Winding Refn) y que una nueva época ha comenzado en el mundo de la carne.
Los grandes directores están volviendo poco a poco y lo mínimo que esperan es
que en los próximos Comicon el disfraz sea sacado de la normalidad que va
vistiendo nuestros días, con trajes de piel muy parecidos a la nuestra.
Las
intencionales interpretaciones Ghost in the Shell han surtido efecto como
homenaje al anime dentro del filme, el cambio de nieve en lugar de lluvia
cuando K, el replicante, es una deferencia y respeto al final anterior, así
como respeto entre dioses ha sido no intentar darle una frase memorable de
cierre a lo que ya es insuperable: “todo esto se perderá como lágrimas en la
lluvia”.
El canto de
Raquel ha vuelto a escucharse. Canto y portento. Canto de todos nosotros,
melancólicos androides vintages.
La distancia entre el buen cine y el plástico se ha marcado.
F.E.
*Verso de la poeta peruana Denisse Vega.
2 comentarios:
Wow, sin palabras 👏👏👏👏👏la última frase, la distancia entre el buen cine. Y el de plástico.
Fab cyber punk, el concepto humano; hay ser mas que ellos.
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