Su poesía tenía esa voz que las artesanas más delicadas susurran cuando, cincel en mano, le dan cuerpo y amor a las estatuas más solitarias de las plazas. Se detenía ahí, frente a los públicos, dejando que el misterio ocupara lugar, palabra a palabra, sin prisas, ella misma estatua de un conjunto escultórico sumamente medido y equilibrado. Luego, habíamos logrado la complicidad de asentir o negar los poemas que íbamos escuchando en una lectura silenciosa de gestos y alegrías prudentísimas. Bastaba la mirada y dialogábamos, montábamos la crítica más silenciosa. Era el festival internacional de poesía en Costa Rica y las mesas de lectura nos llevaron varia veces a la doble exposición que da un festival de este tipo: público y público poeta, lo que significa entre otras cosas (cuando hay poetas de peso en la mesa) estar entre la espada y la pared.
Y así llegaron los poemas, como el suspenso de una equilibrista que llevara en sus manos esa pértiga inútil del deseo.
De LAS SEÑAS DEL PIRATA
(editorial Cuadernos del Vigía-www.cuadernosdelvigia.com)
I
Arde la noche en
las calles
con un fuego que imita al paraíso.
Y, como dos
marinos de ventura,
desde el puente de mando de algún bar,
se divierten tomando al abordaje
las naves que se cruzan, sus banderas,
las gentes enemigas.
En la mano cerrada
las agitan,
como si fuesen dados
y, al echarlos, hubieran de decir
qué suerte les aguarda.
Entonces el
pirata, haciendo corro,
apuesta su barco y su fortuna
contra el punto más alto
de luz del remolino.
También ella se
juega su persona
( y
todos sus gestos literarios)
contra la blanca doble del deseo.
Aun sabiendo que
está el juego trucado,
que a este tahúr, la noche,
no es posible ganarle la partida.
II
Recuerdo vagamente
que supe navegar, que lo aprendí
cegada por las llamas de la tarde.
Y desde entonces
vivo a solas
con lo que fuera mi rapiña,
con las cosas que él me regaló:
el azul, la música, las mareas
y el amor a la fragilidad propia.
Cada vez merma más
el paraíso.
De
CAJA DE FOTOS (editorial
Renacimiento – 2009)
Los
años, a dentelladas unas veces
y
otras veces con un lento bocado,
verso
a verso, tenaces,
te
quitaron la piel
que
te prestaba Alicia.
Al
dorso de fotografías antiguas
dejaron
las voces y los rostros,
las
palabras más crueles del amor,
como
escamas de niebla.
Y
es solo la luz fría de la luna
la
que invade las viejas bibliotecas
y
te sorprende hoy, mujer,
riendo a
carcajadas
desde
el lado prohibido
de
todos los espejos.
SOLITARIOS
Vuelvo a casa.
Y si está la soledad
propicia,
la llama de la vela,
la noche y esa música,
me pongo a separar lo
que me has dicho,
palabra tras palabra,
con cuidado.
Y luego
las pongo en la mesa,
boca abajo,
y con la mano izquierda
—la mano del deseo—
las escojo al azar,
las vuelvo como cartas
y las miro.
Y siempre me sale un
solitario.
TARDE DE CINE
(Para un corto)
Es jueves por
la tarde.
Fila 9.
La sala casi
llena.
(panorámica)
Un encuentro
casual.
Él la deja
pasar a la butaca del fondo
y luego se
sienta a su lado
—cogida entre el deseo y la pared—
(primeros planos)
Él mira
fijamente a la pantalla
Ella
agradece, sin mucha ceremonia,
tener que
girarse de su lado,
ver así la
esquina de su cara y su pelo.
—Detrás de su perfil está pasando
la secuencia
de citas no acordadas,
los meses de
abandono.—
(la cámara se vuelve hacia lo alto)
En el haz de
luz y humo que atraviesa la sala
se recorta
otro final para esta historia:
Ella acerca
los labios a su pelo,
él responde
cogiéndole la mano,
con toda la
dulzura del que es cómplice.
—
Un fuego de caricias sin regreso
podría ir
quemando la pantalla.—
Se encienden
las luces de la sala.
Él se
despide.
(contraplano)
Ella ha
cerrado los ojos y, en su fondo,
se ve cómo,
en un travelling,
una mujer
camina
Ruido de
coches. Llueve.
Ruido de
lágrimas.
La mujer
llega a casa.
Abre la
puerta y entra.
(funde en negro…….. Suenan dos vueltas de una llave)
INSTINTOS SUICIDAS
Porque sigo atreviéndome
a buscarte los ojos
—aunque sea de lejos—
y me empeño en tener
tu roce y tu palabra
y en llevar cuenta
exacta
de tus manías y goces
—una mala costumbre—
me has llamado terca.
Y dices que son meses de
dar vueltas,
que ya debí poner punto
final
desde hace tiempo.
No sabes que yo soy como
los niños:
que, para poner punto final a sus historias,
aprietan con la pluma el
papel
y lo traspasan.
Y después
se contemplan las manos
manchadas
con asombro.
De FIN
DE FUGA
(Editorial Visor—2008)
Tenebræ
Me
dicen que la luna va creciendo,
que como nunca finge
ser la llave que guarda la puerta de
la noche,
y yo, mujer tan inocente,
me salgo a la terraza
–a esa proa tan fría
donde contemplo el mar de los
tejados–
y sí, echándole poesía, es cierta la
metáfora.
Mas aún no estoy tan ciega, tan
muerta o tan perdida
para no ver enfrente de mi cara
que lo que crece es la noche, sus
tinieblas,
que nuestra media luna cercada está
de sombra,
que en este mar urbano
flotan a la deriva
desconocidos rostros de mujeres
ahogadas.
La isla en
ruinas
Ha pasado el amor
arrasándolo todo.
Desgajaba las ramas de los árboles,
hacía volar tejas,
inundaba de escombros
las aceras, la noche.
Y ahora miras llegar
esta triste cuadrilla del olvido
que acude a recoger todas las ruinas
con
descuido y desgana,
sin intención alguna
de recobrar la isla.
Cómo no temblar cuando se aleja
y eleva, tan distante, al horizonte
–con tus horas
quebradas
y todos los
naufragios de los hombres–
la selva del
deseo,
definitivamente
perdida para el día.
Turno de ronda
Solo
hay una hora en que cerradas
las ventanas semejan
ser un espejo nítido:
aquélla desolada del ocaso.
Entonces nos parecen tantas cosas
posibles finalmente
que escribir un poema,
más que un gesto gratuito
al que hizo su acomodo la costumbre,
es forma en que al azar
cierras contra la noche
tantas lunas quebradas.
Hay otra hora terrible.
En ella es un oscuro espejo
toda
ventana abierta
y nocturnos soldados
te lanzan como dardos los recuerdos,
se arrojan sobre ti, apenas sin
mirarte,
y te hacen barajar
perdida toda ruta,
palabras y palabras en la sombra.
Oráculo de la soledad
Es
hora del desahucio.
Tranquila ella lo espera.
Ve desfilar los muebles,
los recuerdos, fetiches que atesora,
las palabras pasadas y sus ecos.
Entra después al cuarto
vacío de memoria.
Echa entonces la llave.
Emborrona despacio
la página que lees.
Oráculo del amor
Afirmar
que lo sé
ha
de espantar los pájaros
y
manchar de palabras el silencio.
Dejo
entonces la vida en sus alambres,
en
la sombra y sorpresa de lo incierto.
Te
dejo a tu misterio, amor,
a
tu vivo misterio.
Contrafugas
II
Ninguna
fuerza tengo
para
alzarte sobre tantos infiernos.
Tampoco
puedo dar las coordenadas
que
desde la oscura trastienda
a
que aboca la noche,
escapado
del fuego,
han
de ponerte a salvo.
Laberintos
te ofrezco.
Laberintos
que habrás de transitar
sin
guía, sin padrinos,
desnudo,
desarmado.
Laberintos
tan solo
donde
habita esa música
y
de ronda se cuela
esa
inquilina ingrata y descarada:
la
poesía.
V
Son tan claros los signos
que
emanan desde un cuerpo
que
osadía es volcarlos
en manchadas palabras.
¿Qué
voz le pongo al pliegue
de
un labio que desea?
¿Qué
vocablo al latido,
desbocado
e insomne,
de
un corazón urgente?
¿Qué
letras al amor,
amor
el innombrable?
¿Con qué cifro el deseo,
cómo
la vida escribo?
Retóricas
preguntas:
sospecho
que he topado,
irremediablemente,
con
la literatura.
De “Papel ceniza”
(Valparaíso ediciones, 2014)
Si lees que el ocaso es una mancha
de luz que va latiendo como una despedida,
el trazo de un puñal —violín de luna—
en los bordes oscuros de las cosas,
esa lenta sospecha del agua tras los árboles
o una última herida inesperada,
detente,
a
pie de página traduce
que atardece y se acercan esas horas
en que, tras unas copas, la nostalgia
te seduce y se empeña en subir a tu casa,
en abrirte la cama con fingido deseo
y quedarse esa noche a dormir a tu lado.
Recoge las pavesas,
las letras de tu nombre
dispersas por el suelo
entre el cristal y el grito.
Con las manos que tiemblan
cargadas de vocales,
abandona tu cuarto a la resaca.
Comprueba cómo el mundo
es edificio a pique de derribo
que habrá de sostenerse a costa tuya.
Otra noche se acerca,
otra noche de luna sin licántropos,
de soledad que insiste en travestirse
y se finge verano.
Cayeron por el suelo pedazos del espejo.
Aquel cristal de cuerpo entero y frágil,
mal apoyado en las paredes
de los cuartos oscuros,
que se quebró al grito de las horas.
En el agua ya quieta de sus gotas de plata
veo flotar casas y libros,
una cuna convertida en un árbol,
los amigos ausentes y los cuerpos,
la risa, la locura, las traiciones,
el amor y sus barcos naufragados.
Venciendo la superstición,
con gran cuidado, tomo lo que brilla.
Afilo los fragmentos rotos.
Con ellos hago flechas
para el carcaj del tiempo,
señuelos, armas, lazos
con que cazar la vida que vendrá.
El resto, hecho trizas, bien cerrado,
lo bajaré esta noche en una bolsa.
Sabes, abierta la ventana,
que el horizonte es una cabellera
trenzada por los ojos,
una línea de sombras y de luz
que hacen mudar las
horas,
un cuerpo que se tiende, tan lejano,
que cambia si te acercas
—vana impresión que huye en tu mirada—.
Y que la realidad nunca confirma
el calado de ningún sueño:
arriesga solo unos perfiles,
confunde las distancias,
trueca cuentas y planes.
Te obliga a caminar sobre la cuerda
de las cosas posibles
como un equilibrista
que llevara en las manos
esa pértiga inútil
del deseo.
No pongas ya tus pasos en el aire.
Tendrás que separar el cielo de la tierra
con trazo más preciso, más quebrado,
como el que hoy te ofrecen las montañas.
TRINIDAD GAN
Es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Granada
(España), ciudad en la que reside.
En 1999 publica “Las señas del pirata”,
plaquette editada en la colección Cuadernos del Vigía. Algunos de estos poemas
aparecen también incluidos en el Diccionario-Antología “Plumas femeninas en la
literatura de Granada (siglos VII-XX) de Amelina Correa Ramón editado por
Universidad de Granada en 2002.
Ha publicado también poemas en revistas (
Revista Litoral: La poesía de mar,2001 y Escribir la luz,2010-Revista EntreRíos
y La Revista Áurea, ambas en 2012 , Rivista Letteraria Sagarana en 2013) y
obtenido accésit en los Premios del Tren en al año 2009 con el poema titulado
“El fugitivo”.
Participa en las antologías “La luna en verso”
y “Ventanas con palabras”, en 2013.
En el año 2014 colabora con en el número 1 de
la revista “Estación poesía”, así como en la revista “Cuaderno Ático” y en su
web Noches áticas, y es invitada también al Festival de Poesía de Costa Rica.
Sus últimos poemarios publicados son “Fin de
Fuga”, XX Premio Ciudad de Cáceres, editado por Visor, 2008, “Caja de fotos”, XII Premio “Surcos de
poesía” editado por Renacimiento en 2009 y “Papel ceniza” publicado en 2014 en
Valparaíso Ediciones.