Frente al banco la colmena (lo nombro como lo veo, muy
cercano a lo que debió ser el principio del lenguaje en el símil), está el
viejo busto del pompeyano (por igual, lo nombro por lo que me dice su forma).
El busto es macabro, dejémonos de vueltas: empotrado sobre su pedestal tiene
los brazos en actitud de contracción muscular, levemente alzados, como si
estuviera carbonizado por algún tipo de piroplasma de hastío.
Lo dejo atrás y comienzan las torres, resplandecientes,
recién estrenadas. Los empleados subimos a ellas y veo en los rostros de
Tegucigalpa, la costumbre ya asumida de trabajar a más de 15 pisos sobre el
suelo. El ascensor y el ascenso, los ventanales y el paisaje panorámico, el
ascensor y el ascenso, la plaza abierta para recibir al “nuevo empleado”, el
ascensor con su gente pegada a sus celulares, el nuevo antifaz, el que oculta
la mirada y evita el cruce incómodo en la estrechez.
Atrás quedó el parque central y sus pelotones de policías
municipales, el hartazgo de los titulares en todos lo diarios con sus
desplegados pegados en las esquinas, goteando sangre. Venecia quiere la
independencia, Crimea quiere la anexión, Cataluña quiere la independencia,
Honduras quiere la dependencia… tin Marín de dos pinwe… todo mundo se apresura
para llegar temprano a lo que no produce nada más que una sensación de picazón
en las manos, como cuando alguien dice “hey, ¡te pica la palma de la mano!
¡Tendrás dinero hoy!”, y habrá dinero, tal vez, pero solo en la película Wall
Street Wolf, y habrá discurso de motivación, pero sólo en Wall Street Wolf… no
se necesita mayor discurso, el verano está que calcina hasta los bustos de los
más emblemáticos desconocidos.
Desde este piso 15 se ven los muñequitos de la maqueta, muy
bien alineados: el carrito de cartón, la personita de cartón, la fuente de
papel celofán. Torre 1 y Torre 2. Ningún avión a la vista. Ninguna toba incendiaria. Sólo el piroplasma
del tiempo muerto.
1 comentario:
Se nos perdió la sangre, se quedó sólo en los períodicos, la puerta de la casa de María... Se nos quedó olvidada, y nos dejó hechos de cartón.
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