Ameht ya me ha dado la bienvenida. Llego con 20 horas de viaje en mi bitácora lumbar. Es Tapachula hirviendo a fuego lento y México fresquito, todo nuevo, todo olores, todo ese inmenso territorio mostrando apenas el lomo y espinas, como nopal sumergido. Cruzo la calle y entramos a una taquería. "Ya está aquí Luis Panigua y Rosi", me dice Ameht, "La avanzada del D.F." me digo yo, "La avanzada del estruendo", y tengo curiosidad, tanta como un niño a quien se le explicara un país a pura poesía. Comenzamos a hablar y ya no paramos; la cerveza Bohemia, la torta del Chavo del 8, nuestras políticas de terror -todo el intercambio de cicatrices como cédula de identidad- y la poesía, sí, la amistad desplegándose como un caracol sobre el filo de la frontera sur, las risas, los descubrimientos sutiles de una palabra en varias cadencias y el Maverick fantasma en que Luis y Rosi circularon por todo el Soconusco. Tengo la impresión de un poeta que toma el papel como bloque de mármol, y lo va cincelando sobre un andamio de muchos metros de altura, sin vértigos, como un vigía que, desde el palo mayor otea algo inmenso parecido al mar. No importa cuántas Camelias la texana marcamos en la rocola ni cuántos José José aplaudimos en la mesa común centroamericana, ahí estaba Luis entre la manada sedienta, metiendo quinta en la pista que bordea el mar, como lo que es y uno tiende a admirar cuando se evidencia: como un poeta.
LOS PASOS DEL VISITANTE
(Las habitaciones de abril)
1
Es
el calor una espuma rijosa, lengua de la noche emboscada en su pedestal
salitroso.
Apagadas
vértebras del cielo, las apenas estrellas.
Él
y el equipaje como brazo derecho; Ella cansada, mientras las niñas de sus ojos
sueltan en la atmósfera pesada sus palomas rotas.
En
el primer hotel hallado, la piel arde su Troya.
2
La
carne es una hoguera elástica.
Inventario
de flexibilidades, de vapores certeros, de pelos escondidos, es el cuerpo amado
y perseguido a lo largo de los kilómetros de cuerpo que se extienden en la
cama.
La
muralla de piedra del malecón.
Las
aguas golpeteando rítmicamente.
3
Él
abre la ventana:
Mira
de frente al ojo de la noche pudriéndose.
Cierra
la ventana.
El
calor que se ha colado es tan denso que la palabra cuchillo (pensada o caída de
los labios del hombre) podría cortarlo en gajos.
4
Ella
abre la ventana:
Calabozo
febril donde las putas, parpadeos de la lujuria, desenvuelven su oficio: rima
de grillos atemperados.
5
Nadie
abre la ventana:
Afuera
crece el mundo con la mirada ausente.
6
El
fuego está de incógnito. El aire finalmente ha perdido la sangre. La tierra es
un tránsito inefable. El agua tensa las cuerdas en su secreta avanzada. La
garganta rompe en sonido que un beso apaga... encenizado.
7
Es
negra la voz de la luna pero, aun así, canta.
8
¿Qué
dioses, a lo lejos, lavan sus sábanas?
9
La
noche bosteza las primeras llamaradas de un sol veraz.
10
Él
abre la ventana:
Los
gallos arponean el aire con su canto.
11
Ella
abre la ventana:
Picotean
gorriones los estandartes de la luz.
Ella
acaricia el día con sus pestañas, ella saluda al día con los búhos del sueño
ramoneando en sus pestañas.
12
Medio
día. El calor es un reloj sin cuerda. Un astro es su péndulo detenido.
13
Algo
se abre a lo lejos.
Prodigio.
Incertidumbre.
No
se sabe si el ojo inventa al mar
o
es el mar, azorado, el que imagina.
14
Él
es un castillo de músculos enjutos y huesos obstinados. Ella es una arcilla
donde ensayan los dioses sus primeras desnudeces.
La
ola que los moja es el aval de estas palabras.
15
Él
intenta un gesto de alargarse, líquido, hasta el cuaderno. Gesto vano. Para las
musas siempre hay otros planes.
16
De
pronto se intuye que es el mar la palabra contenida de las aguas, el acertijo
cuya respuesta es todo (el verdadero enigma es la pregunta: ¿Qué quiere, el
mar, que le digamos?).
17
Conforme
avanza la tarde, Ella queda un poco más desnuda. El cielo ruboriza su más
secreto rostro. Pasa volando la palabra gaviota y Él siente su aleteo.
Vienen
pequeñas migraciones, territorios de carne enfebrecida.
18
Ella
escribe en su cuaderno: un fósforo encendido es un insecto voraz podando la
fronda de las tinieblas. Esa es una acción que se repite para siempre. La
eternidad va de la voracidad del insecto hasta su saciedad misma.
19
Él
pregunta: ¿Qué caso tiene el mar?
Ella
no contesta. El mar ondula.
20
Él
conjura las pequeñas deidades cotidianas del fuego, enciende un cigarrillo,
escribe en su cuaderno: afuera el mar anda dando tumbos con su borrachera de
siglos.
21
Él
y Ella se miran. Invisibles arañas ovillan sus miradas. Él y Ella se tocan, su
piel habla el lenguaje de los ciegos.
Las
venas son relámpagos por donde bajan, desbocados, los caballos, ligeros e
imprecisos, de la vida.
22
Ella
blande unas palabras en el aire. Ella sablea unos gestos donde crece una
distancia grande como la pirotecnia de las palmeras. Ella esgrime argumentos
sin réplica. La espada del amor hunde sus filos apagados.
Las
palabras son unas gotas de sangre que la noche vampírica asimila.
23
Un
gato oscurísimo criba sus uñas de arena en el cuerpo de Él. Ella le regala sus
palabras: guirnaldas florecidas que espolean sus carnes. Las sombras ya son
aves que barajan sus alas en la mesa extendida de la calle.
24
Canta
un gallo nocturno. En su garganta crece una flor antigua.
Con
su canto convoca al tiempo dos veces madurado.
25
En
la garganta del músico rompe un mezcal sus astillas de amor y de infortunio. Un
recuerdo sonajea sus semillas atemporales. El árbol que veo ahora esconde
cualquier asomo de lucidez; es el árbol que la borrachera desdobla en mi
equilibrio, dice Él a la puerta que continúa abierta como una sonrisa que
un mal ebanista empotró en el muro.
26
Ella
duerme. Sueña un mar debajo de sus párpados. Él sabe que su sueño predica ya el
naufragio.
27
El
mar también es tránsito.
Gota
de sudor. Claro amante.
28
Él
espera el golpe del oleaje del alba. Crece un desierto minúsculo en su cuerpo.
Su boca es la palabra más árida. La resaca tiene un nombre lleno de grietas.
29
El
mar clava sus ojos, meduseos, en el hombre. Revienta por la playa el caudal de
la pérdida. Cierne el mar su lágrima en oleaje.
30
Todo
azul. Todo oleaje.
Es
de pronto la playa toda, sólo Él y su cuaderno.
- Luis Paniagua (San Pablo Pejo, Guanajuato, 1979). Estudió literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México. En el año 2000 obtuvo el primer lugar en el género de poesía del concurso José Emilio Pacheco y en 2004 el premio en el mismo género en el concurso Punto de Partida. Ha sido incluido en las antologías Crimen confeso (Daga, 2003), Un orbe más ancho. Cuarenta poetas jóvenes de México (Punto de partida-UNAM, 2005), Los mejores poemas mexicanos, edición 2006 (Joaquín Mortiz-FLM, 2006), Anuario de poesía (FCE, 2007, 2008) y La luz que va dando nombre. Veinte años de poesía última en México: 1965-1985 (Secretaría de Cultura de Puebla, 2007), entre otras. Es coautor de los libros colectivos Espacio en disidencia (Praxis-Velamen, 2005) y Al frío de los cuatro vientos (Instituto Mexiquense de Cultura, 2006). Su primer libro individual lleva por título Los pasos del visitante (Punto de partida-UNAM, 2006). Fue becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en la categoría de Poesía, en el periodo 2011-2012.
2 comentarios:
wow!! hermoso! .... Gracias por compartirlo conmigo... esto tiene que compartirse con más!! un abrazo fuerte! y muchas bendiciones y éxito
wow!!... muchas gracias por compartirlo. Merece recorrer otras PC!!! te mando un abrazo fuerte y muchas bendiciones y éxito!
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