La imagen desoladora de esta señora anónima de Choloma, Cortés (norte de Honduras) puede resumir las condiciones no del trauma provocado por Eta en Honduras, si no del trauma perenne al que han llevado a miles de ancianx las políticas totalitarias y clasistas. La habitación está desnuda y revuelta, el limo cubre el piso; los pocos enseres destruidos y amontonados, pero en medio de todo esto la postura digna y vulnerable de la anciana, casi de martirio en espera de ser consumado, despojada de cualquier indicio de reclamo, solo ella ante las fauces leoninas del abandono estatal.
Cuando vi la foto me vi ante muchas casas que conocí durante toda mi vida en Honduras y casi escuché la frase más triste que puede expresar un anciano: "¿Y qué se le va a hacer?". Me pregunto por qué no sienten lo mismo que yo los secuestradores del país, por qué han considerado esta alevosa forma de humillación como única forma de darle paisaje a su política de aprovechamiento. Las cifras de damnificados rondan en más de millón y medio de personas, pero la realidad es que el Covid-19 tenía preparado ya más millones de seres humanos dentro de Honduras en situación de calamidad doméstica.
Este tipo de santidad me perturba. O es la clave de conversiones religiosas masivas o es la clave para la creación de la santidad del que da todo de su vida por una revolución. Cualquier reflexión intermedia es limo, otra lenta inundación en la casa de esta sufrida anciana hondureña.
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