Conocimos a Mario Barahona el pasado marzo, en Montevideo. Y decirlo ya es sentir la entrañable necesidad de verlo de nuevo y no postergar más las largas pláticas que se han debido tener toda la vida. Porque toda la vida hemos debido conocernos, y de nuestra parte agradecerle su serena plática, sus pasos hacia la librería Puro Verso, desde donde lo mirábamos llegar sorteando al perro que se bañaba en la fuente y luego salpicaba a todo mundo al secarse en ese retorcerse feliz de la inocencia; dos días, un día antes de que todos nos encerráramos, no importa la distancia a la que regresáramos, al mar gris o el turquesa, al silencio en espera de que todo pase. Publico estos poemas en su mismo día de cumpleaños, agradecido de todo lo que nos trasladó en los pocos días del Sexto Mundial Poético.
La cuarentena
no comenzó en febrero ni en marzo 2020
comenzó
mucho antes de cristo
mucho
mucho antes que levantaran las pirámides
cuando
nuestra mente era libre y
el
viento nos enseñaba revolviendo nuestro el cabello
para
que anidaran las ideas
y
hubiese abundante cosecha en verano.
La
cuarentena no comenzó con un virus
comenzó
con el inventor del pecado y la culpa
sellado
todo con la propiedad privada
alma
de cualquier constitución decente y respetable
—padre
de todos los robos del trabajo humano—
y se dio
por inaugurado el saqueo.
Escrito
está en las nubes
que
aún no consiguen privatizar.
La
cuarentena no comenzó en Wuhan con la 5G ni con batman.
Que
no. Comenzó con la primera corona de un auto-proclamado
marioneta
de un dios que jamás oró por nosotros.
Et
oravit contra nos.
La
cuarentena la inventó oportunamente el sacerdocio para su corona
impusieron
sus guardianes con el filo del olvido y
con la
más sangrienta violencia: el miedo.
Sacerdotes
mercenarios
ejércitos
mercenarios
legisladores
mercenarios
científicos
mercenarios
economistas
mercenarios
comunicadores
mercenarios
mercenarios
mercenarios alma de puta francotiradores:
si me
das tú, entonces yo…
y se
impuso la cuarentena hasta nuestros días
bajo
el chasquido de un látigo de dos puntas:
/lucro
+ consumo
entonces
la cuarentena se nos hizo hábito
y el
hábito los distinguió… de café, de blanco impecable
/de
negro elegante
—kipot,
tiaras, solideos, mitras, birretas—, y
palma
a palma sus manos, nunca faltó el buen vino.
No creo
que la cuarentena comenzara en febrero ni en marzo 2020
comenzó
justo antes que se levantara el primer templo humano.
Está
escrito con sangre esclava en sus muros impotentes.
Desde
entonces impiden que la curiosidad se acerque a la puerta
tampoco
abrir ventanas y con la imaginación vagar libres como los animales
sólo
contemplar temerosos la realidad a través de sus vitrales.
Desde
entonces nacemos así confinados
entre
murallones amarantos de ignorancia
formidables
grilletes para la madre y nosotros,
sus
bastardos
que a
pesar de que somos diferentes
ya
nunca más fuimos iguales
obligados
a cortar leña
—pero
jamás disfrutar el calor de la fogata que nos reúne—
feroz
cuarentena que aún padecemos.
Tierra,
bello planeta para la libertad
hoy
transformado en edificio cuarentenario a punto de arder
si no
comprendemos que en nuestra mente
se
aloja aquello que nos confina.
Hoy
como ayer está a la vista:
los
animales recuperan en paz sus espacios
las aguas
son cristalinas por naturaleza y con la naturaleza
limpio,
el mar descansa colmado en la playa
el
aire es finalmente transparente... y podemos vivir con menos
mucho
menos.
Podemos
abrir los ojos y reconocernos en los otros sin temor
mas cuesta tanto escapar del Game of Thrones de dioses y
demonios
ya que nuestra conciencia fue remplazada por deseo, infinito deseo.
Olvidamos
el planeta el país el barrio y el vecino
la
higuera al fondo del huerto y el rocío de la mañana.
Aceptamos
recluirnos en una confortable cuarentena para pocos, jaula de oro
o en
una mazmorra para la mayoría, jaula de granito y miseria.
Así la
jaula sea de oro o de granito, siempre será jaula
siempre
miseria.
Poema
del horror encuarentenado
horror
de poema encuarentenado
encuarentenado
el poema atado de espaldas al horror.
Relato
ciego, sordo, mudo
—construido
con letras caóticas y locas por huir—
mentiroso
y sin escape
nos
impide comprender
que
para vivir no necesitamos más mierda
ni
reventar a la madre desde hace tanto
tanto
tanto como la cuarentena que habita en lo más profundo
del
océano de impulsos eléctricos
que
ingenuamente imaginamos como propio
allí
justo allí donde se oculta el alma y el rostro
de
nuestro ya senil carcelero: el patriarca.
La
lucha está en la calle donde llegan las cámaras
donde
miles de ojos transforman en recuerdo lo que miran en el acto.
Pasó
la era del fusil y el disparo a quemarropa.
El
verdadero fusil es la voluntad.
El
único objetivo en la mira: nosotros.
El
proyectil más devastador es la huelga de hambre
hasta
las últimas consecuencias
sin
concesiones.
Morir
jamás ha sido lo peor
porque
la muerte no es nada.
Ya lo
decía San Agustín.
Si tan
sólo una fracción de aquellos que marchamos el 18 de octubre
nos
sentamos en la berma del camino
sin
obstruir el tránsito y cerramos la boca
el
silencio y las miradas harán el resto.
Nada
peor que vivir como somos obligados a vivir:
sin
tener un nido como los pájaros
sin
beber agua de un arroyo para calmar la sed
ni
contar con un espejo donde mirarnos y aprender…
son
señales de que ya no somos libres
sino
esclavos.
¿A
quién sirve el esclavo?
¿Para
qué sirve un esclavo?
Vivir
como esclavo es morir cada día
y
condenar a nuestros hijos e hijas a ser esclavos
y a
sus hijos e hijas y a los hijos e hijas de sus hijos e hijas…
La
cadena de la esclavitud no se rompe desde el día que forjaron
el
primer eslabón
hace
miles de años.
Si
hasta el día de hoy el hijo del esclavo sigue como esclavo
es
porque la cadena aún nadie la rompe
porque
la única herramienta capaz de seccionarla
está
oculta allí donde no buscamos
sin
saber que cada uno de nosotros posee
la más
formidable de las herramientas
tan
cerca tan cerca de nuestras narices
que no
la vemos
pues
ya consentimos que nos metieran el pico en el ojo.
Implacable,
espada en mano
derriba
mitos
dictadores
proxenetas
grilletes
castillos en el aire
letreros
y rejas
puertos
mal anclados.
Parte
en dos la mirada
el
desconsuelo la desesperanza la desgracia la desidia
trozando
en rebanadas el hambre para arrojarla
a las
tres gaviotas
de la
plaza Eladio Sobrino
donde
reparte lástima
el
galeón con ruedas
al
mando de un bucanero de tierra.
Es
tarde
la
sangre llegó al río
los
cadáveres regresan a su mitocondria
el
cielo cae en el océano frente a Cantalao
y se
diluye en una burbuja de la espuma de las olas
las
aves indiferentes se paran en una pata sobre los ipod
/que
flotan
las
cucarachas se multiplican tan rápido como se devoran
el
viento prosigue su rumbo tras la cometa huérfana
el sol
despierta cada tres días
la
luna sueña y no hay quién la despierte.
Relámpago
azul en su mirada
espada
en mano
labra
un pincel del témpano que abandonó a su madre
y
dibuja con lágrimas de hielo tres líneas
—sobre
las arenas que robaron los isleños ladinos—
para
cuando despierte la luna
el
llanto hilvane el camino
hacia
el último hogar posible
que
anida en la fronda amarilla a medio desnudar
del
único árbol sobreviviente
enraizado
en sí mismo
en la
cubierta de un barco de papel.
Desperté
dentro de un traje espacial escuchando sólo mi respiración
aferrado
al suelo de una roca que deambula por el espacio sideral
sumergida
en la eterna noche cósmica más allá de la nube de Oort.
ya sé
ya sé ya sé. No soy el Principito
sólo
queda la rosa
un
baobab
un
conejo corriendo a punto de ser atrapado por el zorro al final del zodiaco
y un
ratón justo antes de ser devorado
por el
campo gravitacional de la serpiente.
¿Y?...
¿Pero?
¿Quién
está a cargo del casting?
¿Quién
distribuye los roles incluido el autor la silla la mesa la mano el lápiz el
papel y la ventana?
Paciente
espero que el cuento se despliegue simulando una realidad
cualquier
puta realidad del extenso menú del celular
o tal
vez cambie de autor de relato de principio de final de alfabeto
pues
de nada sirve cambiar de ojos retina de nervio óptico o de cerebro.
Quizá
despierte entonces de una vez y para siempre jamás
me
haga cargo del riesgo de acercarme al abismo del hastío
y me
precipite al centro del caldero donde se cocina la recóndita sopa oscura
a
fuego lento lento lento
a
fuego
fue
go
o
.
:
... y
disipe el holograma distópico que me tiene encuarentenado
Si es que algún día el invierno regresa con la
lluvia.
Si yo
pudiese pedir perdón a cada ser humano que padece hambre
cuando
el pan en mi mesa se mosquea y endurece
hasta
transformarse en objeto arrojadizo
para
ser utilizado en jornadas de barricadas y enfrentamiento
—frente
al mall del horror—
con
sacos verdes colmados de carnaza dos patas dos brazos mecánicos
y un
casco vacío
sin
conseguir disminuir ni una pizca la riqueza de los ricos ni
el
hambre feroz de los marginados...
Urgente
debo regurgitar el perdón que me brota del fondo del estómago
una y
otra vez una y otra vez
pues
la vergüenza me inmoviliza
y como
dios no aparece por iglesias templos ni calles
loco
me arrojo al centro de la noche
buscándoles
buscando buscándome
pues
si no me perdono a mí mismo
mañana
no podré distinguir la causa del hambre de mis hermanos
ni el
porqué de tanta riqueza en manos de tan pocos.
Ya no
sabré a quién arrojar está impotencia de trigo
que
pesa como que piedra de molino pendida de mi cuello.
Y eso
señor
señora
y eso
muchacha
deshilachada
vecino
desaparecido
eso
hermano
que regresas tarde a casa llorando sangre y abandono
eso...
eso no
tiene perdón
pues
dios también está desaparecido.
Confieso
entonces una renuncia más
de
nuestra oceánica desidia
patrimonio
de este Chile siempre humillado.
Quizá
fue el rabioso murmullo de los marginados
aquella
noche cerrada de octubre
que no
permitió que escuchara tu sollozo.
Quizá
el exceso de lacrimógenas me impidió distinguir
esas
gotas saladas que resbalaban por tus mejillas.
Quizá.
Quizá.
Y
triste
cuando
te perdías en la primera línea que no se rendía
recién
recién
intuí
que era tu llanto.
Torpe
ingenuo insensible
Cobarde
quizá
Quizá
entonces debí dar un salto tras tu bendito perdón
cuando
entre tú y yo
apenas
había tres pacos
no
como hoy
que
nos separa la cuarentena total e indefinida…
y
además tú diste positivo
y yo,
negativo.
Ella
soltó mi mano
después
del último beso
bajo
una lluvia de lágrimas.
Dio
tres pasos y ya no pertenecía al mundo que nos cobijaba.
Tampoco
yo.
Y
comenzó mi odisea
de
aquí para allá y de allá para ningún lado
sin
Odiseo, Circe, Vicente, Penélope
sin
Escila, Pablo, Polifemo o Nicanor
sin
buenos sin malos ni conquista
sin
héroes sin malditos ni villanos
sin
heridas sangrantes sin derrotas.
Sin
enfrentamientos
lo que
en definitiva fue lo peor.
Escalé
entonces la montaña que se interponía a mi paso
para
en la cumbre decidir por cuál ladera
descender
al valle que un día compartimos.
Tres
días y tres noches escalé aquella enormidad.
Durante
el día me acompañó la ira
durante
la noche llanto silencio
ladridos
lejanos.
Tres
días y tres noches escalando, mas... no era una montaña
era un
águila
cada
pluma un árbol
cada
ojo un lago
su
pico un desierto en punta
cada
aleteo un estremecimiento.
El ave
gritaba y mi cuerpo se diseminaba en el aire
cuando
se acercaba al sol, cosechaba
Siempre
volaba al sur a beber agua milenaria
y
cuando atravesaba las nubes mi cabello se congelaba.
Por la
tarde se posaba en la Punta del Lacho, quieta, a contemplar el horizonte.
Su
alimento provenía del sol al atardecer.
Cuando
asomaban las estrellas
giraba
al oriente y cerraba sus ojos
que
abría con la llegada de la aurora
y
regresaba conmigo al cielo.
Aprendí,
como el ave
a
digerir el alimento proveniente del sol
y a
sumergirme en la profundidad de la noche
a
imaginar secretos atesorados por la distancia.
Decidí
entonces no bajar al valle y hacer mi casa en el ave
lo más
parecido al mundo que tú y yo un día habitamos.
Aprendí,
encaramado sobre la cabeza del ave
que el
rayo verde es un puente
que se
abre al final del día, cada día
entre
la añoranza por el mundo prometido...
en
medio de la pandemia del desamor
la
nueva normalidad
y la
vacuna que nos amenaza.
Aprendí
como
el ave
que
para regresar al mundo que extraviamos
basta
cerrar los ojos sin temor,
esperar
cuarenta días y cuarenta noches
y
diluirnos de una buena vez
en el
sí mismo oscuro que nos envuelve...
granado que está del otro lado de mi ventana.
No me di cuenta cuándo la primera hoja
se pintó amarilla
—que seguro lo hizo muy lentamente—
ni me percaté de la segunda ni de la
tercera entre tantas hojas verdes, pensé.
¿Cuántas hojas tiene el granado por cada
uno de sus frutos que la vida le pintó con /sangre?
Ahora que la mayoría son amarillas y
una por una, sin apuro
se dejan caer en la terraza
abandonando desnudo su esqueleto de
madera y a mí lleno de preguntas y unas
feroces inquietudes: ¿De qué color están
mis hojas?
¿Quién me mira a través de la ventana?
¿Dónde está el otoño? ¿En las hojas de
mi granado o dentro de mí?
¿El otoño es para todos o sólo para mí
que lo veo?
¿Él, llora por sus hojas que caen?
¿O cada una de sus lágrimas es una hoja
que cae, como la nube que nos llora con su
/lluvia?
Es que hace tres días la mirada de un
niño estaba llena de otoño y hambre
rodeado de invierno blanco, descalzo,
atrapado en escarcha
mientras hombres y mujeres corrían, se
atropellaban
y vociferaban por una la libertad ajena
dejando la propia al cuidado del niño
y al niño al cuidado del invierno.
Por todo el huerto estalló mi corazón en
tristeza ambarina
como el otoño estalló las hojas de mi
granado al otro lado de la ventana
alfombrando la terraza de hojas que
sirven de alimento a la tierra que alimenta
/al granado
o aleteo de pájaros para que el viento
muestre sus dientes
y la fiereza de su amo implacable: el
invierno ineludible y gélido
que lo mismo que yo se pregunta
¿Por qué abandonaron descalzo a este
niño con la libertad entre sus manos
como si fuera un peluche fugaz o su
hermanita menor en pañales?
Sobresaltado, desperté por el murmullo
lejano de una multitud que crecía:
Era viernes, 18 de octubre…
lo que necesitó unos cuantos días
y apenas un sistema solar encender
se convirtió en una eternidad ciega y
toda una galaxia
tan sólo para medio sofocar el estallido
pues intervino un ente pequeñito con una
jaula en cada mano, casi invisible,
igual que el niño descalzo con
la libertad de los hombres en sus brazos
en medio del invierno que nos aguarda
hambriento
como el hambre del niño
mientras ellos y ellas corren y en cada
tranco se alejan
de aquello para lo que aún no están
preparados: morir
al contrario de mi granado que amarillo
muere cada año
y cada año renace
verde en frutos y silencio
y me hace escuchar su canto de libertad…
Entonces, repentinamente
cojo una manta, las semillas, el
diccionario de los duendes
y salgo disparado tras aquel niño
descalzo
con su hermana menor en sus brazos…
rogando que no se pinte amarillo
y se marche en un aleto de pájaro.
Hasta
que eso… Esto, aquello, atacó a mi hija.
Antes
que naciera prometí protegerla.
Confieso
que para un ataque de esta naturaleza
Nunca
estuve preparado
De lo
contrario no intentaría escribir
Y es
que el inesperado agresor se esconde en el tamaño
En el
abismo del revés
Mucho
más lejos aún que el país de Alicia
Más
lejos aún que la perfección.
Sufría
como bestia esclava
Cuando
imaginaba que ella pudiese caer en manos de un mal nacido.
Se me
caldeaba el ánimo más que el centro de un agujero negro
Mientras
corría como poseso tras la venganza judía:
Ojo
por ojo
Diente
por diente
Pero
no, yo iba más lejos: amor por amor
Mi
venganza alcanzaría todo aquello que el sujeto amaba
Si es
que el sujeto agresor amaba de algún modo algo o alguien.
En mi
pueril imaginación, ampliada sin límites
Mi
venganza consideraba pérdida de órganos, ríos de sangre.
Especialmente luego de ver “Búsqueda implacable”
Protagonizada
por un señor Neeson y su hija rubia.
Mi
hija es morena.
No
podría disparar como Neeson ni en mil años
Tampoco
arremeter con golpes demoledores contra un ser humano.
No
obstante, disfrutaba aquellos atinados disparos entre ceja y ceja
De
tipos albaneses, jeques árabes, mafia rusa o soldados del narco.
No sé
qué hubiese hecho
Pero
la emoción frente al abuso me indicaba que sí
Que yo
era capaz de aquella carnicería
Y más
Mucho
más.
Lamento
que exista sólo un señor Neeson y, más lamentable aún
Que
sea ficción
Si en la realidad cada día aumenten las jóvenes destruidas por la
brutalidad de algún macho.
Es que
no soportaba (no podría soportar) el desgraciado sufrimiento de ella
A
manos de un sujeto abyecto.
Todo
lo podría soportar, menos el abuso.
Ella
podría enamorarse de algún Jesús predicador y milagrero…
Pase
Podría
irse con un circo o una banda de rock en gira
Ya…
Pase.
Incluso podría haberse enamorado de un futbolista,
o un pastor evangélico.
Yaaaaa…
Pase.
Hasta
un poeta estaba dispuesto a soportar en la familia.
En
Fin… Era su vida.
Pero
no, aquello la atacó silenciosamente.
No puedo decir que aquello sea una banda de abyectos albaneses trata
de blancas
No
puedo decir que fue un cura pedófilo que alcanzamos a sorprender antes del
ataque /final.
O que se quebró una pierna huyendo de los pacos en la plaza de la
Dignidad.
Aunque
suene horrible,
Tampoco
puedo decir que ingresó a la udi* o se hizo testigo de Jehová.
No. No
sé nada, sólo que la impotencia frente al abuso rebalsa mis restringidos
/límites
humanos
Y me
traslada a la velocidad de la luz a un universo paralelo
Donde
nada humano es útil ni tiene sentido.
Desde
aquel lugar sólo veo doctores armados con su tecnología tan rentable y elitista
Que la
mantienen oculta de manera prolija entre palabras muy científicas.
Y… Me
rindo. Me rindo... Esto me arroja de rodillas frente al misterio encapuchado
Y es
que sólo imploro por algo
Algo
sutil, invisible, no racional, paranormal si se quiere
Algo
que me acerque a la mitad de la mitad de un cuarto de milímetro
De
aquello que ataca a mi hija
Para
hundir en su corazón
En el
centro de su centro bien al centro
Un
filoso poema, el más filoso, radioactivo y letal poema
Para
desvanecer así este sorpresivo e inasible cáncer que atenaza el pecho de mi
hija…
Mas,
debe ser pronto
Pues
el infeliz ya le arrebató su cabello.
Ya
nada será igual
ni lo
igual
ni lo
singular
ni la
singularidad.
Todo
es complejo
será
más complejo
y más
complejo
menos
conocido con el paso del tiempo
más
lejano con cada latido.
Lo
primero en migrar
es el
poema.
Fue el
poema.
Ya no
es el poema aquí
ni al
frente ni a la vuelta
ni
abajo ni arriba.
El
poema no es
no
existe lugar para él.
Confundimos
la piel de serpiente
con la
serpiente
el
capullo con la mariposa
la
oscuridad con la noche sin luna
tu
mano con una mano
una
marcha con la revolución
confundimos
el bono con un aumento de salario.
Aquí
es confusión.
Aquí
tierra baldía.
Aquí
agua ácida.
Un
racimo de letras no es poema
ausencia
de poema
se
acabó el vino
se
rompió la copa
se
evaporó el agua dulce
estalló
el cántaro
explotó
el ojo.
Abonamos
la tierra con hormigón
la
semilla la llevamos al molino
nos
hartamos con pan estéril
damos por
cierto lo incierto
tu
mano ya no tiene tu piel
la
luna no era el sol ni el cometa
la
mariposa no corría por el campo
la
serpiente cuando alcanzaba su cola
ya no
era serpiente
la
normalidad nunca existió
ni la
evolución ni el creacionismo
y el
presidente jamás será nuestro presidente.
Ahora
soy pura nostalgia
vacío
de poema
intuyendo
que la poesía fluye en algún lugar
en el
afuera de mi adentro que imagino
ingenuamente
vivir
afuera.
Agujero
negro
algunos
le llaman
cuando
vibra la poesía
y
fractura para siempre los ventanales del confinamiento.
Mario Barahona Saldías, 1955. Parral, Chile
Publicaciones:
-
2006, El Amor y Patagonia en Última
Esperanza. Novela. Editorial Forja.
-
2006, Poe-Mario. Antología Rupestre.
Poesía. Editorial Forja.
-
2007, Buganvilla. Novela.
Editorial Forja.
-
2008, De Casa en Casa. Novela.
Editorial Forja.
-
2008, Oráculo Poético de Isla Negra.
Poesía. Edición Artesanal independiente.
-
2008, Quántos Cuentos. Cuento. Edición Artesanal independiente.
-
2009, El Bagual. Una Fábula Peregrina. Novela. Editorial Forja.
-
2010, Aviento de poesía y herbaje para el amor ajeno. Poesía. Ed. Una Temporada
en Isla Negra.
-
2011, Indeterminación. Poesía. Ediciones Una Temporada en Isla Negra.
-
2012, Despertares, Cuatro olvidos presentes, cuatro gansos en vuelo.
Novela. Ed. Una Temporada en Isla Negra.
-
2014, La nuez que devora la vida. Poesía. Ediciones Una Temporada en
Isla Negra.
-
2014, La nuez que devora la vida. Poesía. (Dos ediciones)
-
2015, Coto. Poesía. (Tres ediciones)
-
2016, El Tabo a toda Costa. Novela. Ediciones Una Temporada en Isla
Negra.
Reconocimientos:
2007,
Mención Honrosa, Certamen de Narrativa “Augusto Padrón” Venezuela, con De
Casa en Casa, Novela.
2007, Primer Premio Concurso Literario, Algarrobo,
con el Cuento Suspiro.
2007,
Mención Honrosa, Concurso Alejo Carpentier de Autobiografía, 2007, Convocado
por la Asociación Mexicana de Autobiografía y Biografía para obra publicada,
con El Amor y Patagonia en Última Esperanza.
Novela.
2007,
Mención Honrosa con el cuento Dictadura, IV Certamen de Literatura
Hiperbreve, Pompas de Papel, España, entre más de 1200 participantes de todo el
mundo.
El
año 2008 conocí a Hernán Castellano Girón, gran amigo, escritor, actor,
acuarelista, quien me mostró el mundo literario, incluyendo el mundillo de los
concursos. Decepcionado y mirando horizontes invisibles, desde entonces decidí
no enviar ningún trabajo más a concurso alguno.