De vuelta en Tegucigalpa, me voy con mi hijo, Esteban, al bello espacio que se hace llamar Café París, de reciente apertura. Sus tres niveles más la terraza son de lo mejor que se puede encontrar en el centro de la ciudad. Esa vieja imagen que guardo de terrazas donde pasa, en mis versos, un hombre saltando sobre los tejados, está ahí, intacta. En el poema de Sextos de Lluvia (1998) me dirigía a la iglesia de Los Dolores, pero la percepción que tuve en aquel momento es casi la misma qeu al contemplar la cúpula de la catedral.
Cúpula
Un seno.
Un seno religioso.
Emerges así,
extendida
en la baja hierba
de Tegucigalpa
con tu rostro
de frente al cielo
quieta
seductora
bella mujer:
te pienso
y te vuelvo a pensar.
Una tarde donde
nace el silencio
ni un pájaro
ni siquiera un hombre
saltando por los tejados
sólo tú
Dolores
aburrida de esperar
al Dios
que te observa
tímido
sin tocarte.
Un seno.
Un seno religioso.
Emerges así,
extendida
en la baja hierba
de Tegucigalpa
con tu rostro
de frente al cielo
quieta
seductora
bella mujer:
te pienso
y te vuelvo a pensar.
Una tarde donde
nace el silencio
ni un pájaro
ni siquiera un hombre
saltando por los tejados
sólo tú
Dolores
aburrida de esperar
al Dios
que te observa
tímido
sin tocarte.
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