Mi querido Fabricio, amado poeta, inolvidable amigo.
Me he retrasado en contestarte al envío de vuestros libros, he estado en más tareas de las debidas y alejado de Madrid, y solo ahora he podido leer, releído, las tres joyas que me enviásteis. Bien, Houdini (vuelve a casa) es un libro estremecedor, desde la primera asuencia/presencia, la de Francisco Ruiz-Udiel al que conocí y traté durante unos días en un viaje a Costa Rica, y que tan próximo sentí y tan fugazmente se nos fue. Algo hay, mucho, en el exceso en que creía Blake, de sabiduría, de búsqueda de la otra verdad que tras los ocultamientos de la razón fundan los actos definitivos e la conciencia contemporánea, ese regreso a la casa del Ser de los argonautas, la travesía difícil, esa reactualizada mitología, esa densificación bíblica que hay en tu poesía en cuanto profecía civil de las promesas tras el éxodo. Me ha encantado, su profundo ahondamiento en la razón de existir, el concepto de regreso, la pulsión natal de los dialectos que dan cuenta de ese universo de nudos como tu dices. Espléndido libro, y no lo es menos, Sur del Mediodía, tan paralelo al anterior, tan en la continua excavación de tu palabra en la tierra de las ensoñaciones donde el imperativo categórico de la memoria sigue siendo para tí, tan deslumbrantemente, el encargo del poeta y del testigo, del ángel laico y el trovador civil que da testimonio del viaje, del desplazamiento, del retorno, de la fuga, por los paisajes reales y simbólicos de la gran aventura humana. Escribes, Fabricio, la más alta poesía de Centroamérica, y a mí me emociona mucho ser tu amigo, y poder leer con este entusiasmo, acaso el mismo con el que te oí ya en la lejanía de los años cierta tarde en la Casa de América de Madrid. Siempre te tengo cerca, ya en conversaciones con otros amigos, ya en el lugar sagrado de nuestra indestructible fraternidad.
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