Las filas que solo existen en Cuba y en Venezuela. (Imagen: Honduras)
Sabemos bien que Puerto Rico ha sido una nación sin soberanía desde su misma conformación durante la conquista y durante toda la ocupación estadounidense que rige desde 1898. No es extraño entonces que sus leyes, relaciones sociales, urbanidad y visión de mundo estén signados por esta inapelable realidad. Nunca han sido república independiente. Así lo decimos desde nuestro velo latinoamericano continental, desde unas naciones que en mayor o en menor grado también somos colonia, algunas veces favorable a los designios imperiales y otras veces, un lastre para esos mismos poderes. Los beneficiados permanentes han sido las élites del ámbar (acuñaré esta definición) que, encerradas y privilegiadas por el imperialismo, sirven de gendarmes y administradores in situ de la colonia. Millonarios por siempre, ven el desplome de su entorno social con una indiferencia llana y lejana, siempre con el matiz dorado que les ofrecen sus burbujas. Ahí flotan, sin mella y pavor. Las fuerzas armadas son su ejército privado y claro, otras gotas de ámbar que se juntan de vez en cuando para planificar o traficar negocio.
El congreso nacional o parlamento o asamblea -como quiera usarse el eufemismo-, es ese espacio creador de leyes de dominio, la matriz alienante con la que se montan las leyes, auténtica expresión que obliga y somete a la población del guetto, Todo poder se demuestra legislando. Poder sin ley no lo es y el poder colonial lo sabe. Sabe que debe mantener el discurso democrático incubado con la ayuda de la iglesia a través de las simbólicas palabras orden y dios, tradición y patria, moral y pecado.
Dentro de dos meses cumplo un año de habitar la isla de Borinquen, algo que me está permitiendo ver, en vivo y en directo, las sutilezas o realidades brutales del poder colonial estadounidense en uno de sus territorios limbo, y veo que los mecanismos coloniales funcionan igual aquí y en Honduras. El proceso, por supuesto, ha sido diferenciado por las vicisitudes históricas respectivas -insularismo Vs. promiscuidad regional coordinada*-, pero la simpleza de la dependencia a la metrópolis colonial es la misma.
El Plan Sanford**para Centroamérica recomendó -obligó-, entre otras cosas, que para acelerar la desmovilización de las guerrillas regionales se debía aumentar los programas alimentos por trabajo***. Muy bien -dijo todo el mundo-, muy loable y cristiana propuesta. El sudor y el trabajo para alimentarnos cuando no hay ni empleo ni alimento. Además, agrada a dios. Pero el asunto es que sí existía alimento. Lo que no existía era control para los acaparadores y el contrabando. El gobierno reformista militar había implementado en Honduras los Banasupro (Suplidora nacional de productos básicos) que estaban intentando competir con este mal ofreciendo precios menores en la canasta básica pero, en un juego de manos del tipo doctrinal, eran las mismas fuerzas armadas las que repartían a los campesinos el alimento por trabajo, algo que alejó al campesinado de los banasupros y de las tiendas de abasto que, muy pronto, entraron en quiebra por falta de demanda. Se podía ver enormes filas de campesinos a la par de camiones militares recibiendo los productos que antes compraban en la tienda de don Pancho o don Tomás. Una vez que se terminó el trabajo de alcantarillado o de reparación de calles, los campesinos regresaron a comprar en las tiendas ¿y qué encontraron? Nada. Sólo puertas cerradas y a don Pancho vendiendo guaro en su acelerada y urgente diversificación de oferta. Los campesinos se distrajeron un rato con el alcohol y luego mostraron inconformidad. Los políticos de la democracia recién estrenada vieron que eso no era bueno para captar los votos que los elevará sobre los militares, así que sustituyeron a los militares en las ayudas directas. Un voto es igual a canasta básica -dijeron-, un voto es igual a reparación de calles -elevaron oferta-, un voto es puente -aún sin río-, un voto es la ayuda para el progreso. Y así, los diputados se convirtieron en los gestores clientelares que construían escuelas sin maestros suficientes para impartir clases, lo que hizo que se crearan plazas fantasmas por todo el territorio. Luego se sumaría a este sistema de limosna la responsabilidad empresarial filantrópica.
Este solo es un pequeño esbozo -ya otros lo describen mejor-, el asunto es, que al pasar el tiempo -en Honduras y Puerto Rico-, surgieron las palabras mágicas que acrecentaron la dependencia al poder colonial: las remesas y las ayudas federales. Con esas dos palabras, usadas en el momento preciso, se asusta o se acobarda a la población sometida. Basta decir que se bloquearán ambos flujos monetarios y las movilizaciones se detienen a pensarlo. La gente comienza a imaginarse sin mall, sin outlets y sin viaje a los Estados Unidos a visitar a los primos y adiós movilización. La cosa no está tan mal -se dicen-, nosotros somos los culpables por ser tan desorganizados, el dueño de la pulpería o del colmado debió remodelar como tienda de Mall su negocio, así no hubiera perdido clientes, el campesino debió seguir trabajando su tierra y no venirse a la ciudad a vegetar, el estudiante debió terminar sus estudios y no meterse al ejército aunque el ejército lo haga responsable al menos durante dos años si no es que se para en una mina en Kandahar o se vuelve sicario en el batallón contrainsurgente.
Asustado, el inconforme, empieza a tomar las cosas con calma y mira las autopistas recién hechas, los edificios altísimos y los siente suyos, aunque las autopistas hayan sido planificadas para acelerar el transporte de mercancías que hace más rico al rico empresario transnacional y más pobre al comerciante nacional ¿tiene una flota de distribución don Tomás? se preguntan. Pues no. No la tiene.
Pero es culpable por ello.
F.E.
* La geopolítica imperial ha impedido, una y otra vez, los esfuerzos políticos regionales para la unión centroamericana, en cambio, han ayudado a gestionar los lazos y reconocimiento de intereses de las élites criollas dominadoras.
** Este plan de iniciativa estadounidense, fue creado en 1989, para sustituir el plan Carter y la otrora Alianza para el Progreso. http://www.proceso.com.mx/152389/diagnostica-la-comision-sanford-la-pobreza-causa-de-los-conflictos-en-centroamerica
***https://books.google.com.pr/books?id=g4LdGuJzLxwC&pg=PA131&lpg=PA131&dq=Alimentos+por+trabajo+ochentas&source=bl&ots=SsXUbZwhk3&sig=FTCAG6Fo0GDSSj4WnQZhbkqjFXU&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwiyqeTg-KPSAhXM5yYKHUFvDAcQ6AEIJzAD#v=onepage&q=Alimentos%20por%20trabajo%20ochentas&f=false
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