Letanía del anarkista Gabriel (Leo Zelada - Perú)
Han muerto todos los compañeros lo sé
Y te has quedado solo meditando en un banco escondido de la universidad,
Largos años del exilio han convertido la recurrente pesadilla en algo horrorosamente
Tangible:
“Eres un fantasma Gabriel”.
Todo ha cambiado. Ya no están los grafitis rebeldes pintados en las paredes, ni el bosquecito
De letras poblado de palabras;
¿Dónde están los guerreros inclaudicables de la poesía?
¿Dónde están los revolucionarios permanentes de Berltod Brecht?
El lugar que idealizaste en tus devotos recuerdos es sólo ahora el lugar que
Idealizaste en tus fervientes recuerdos, es esto y nada más.
Otras gentes han venido a ocupar sus espacios, otras costumbres, otras tradiciones.
Estas viejo Gabriel, ya no sos más el adalid de la nueva poesía, ni el iconoclasta joven que
emulaba a Rimbaud.
Nostalgia pura y lacerante es ahora lo que inunda tu cuerpo.
Gabriel: «Solitario has quedado en tus espejos».
He visto a los hombres (Gabriel Impaglione - Argentina)
He visto los hombres trepar a la sombra
tensando los arneses aún dormidos
y marchar unidos en el esfuerzo bestial
hasta montar el sol sobre la tierra.
Entonces salían de todas partes los niños y las madres
y luego los mercados llenaban las veredas
de silbos y manzanas.
La alegría de las gestas domésticas
coronadas por la dignidad del almuerzo!
He visto largas caravanas de obreros en el alba
marchar hacia el metal de la sirena.
Ágiles bicicletas con la vianda,
la radio colgando del manubrio.
Hasta que el estrépito de ráfaga
de cañón maldito
de horrorosa muerte
abrió un boquete en cada casa y entró la niebla negra.
Todo se retorció como un pez en la arena,
hasta ser tragado por el miedo.
Desapareció la fábrica.
También el hombre.
Y los hijos, y los mercados con silbo, y las radios
que no fueron sino un espejo del infierno roto a veces.
La universidad de Luján fue clausurada.
Encadenaron la luz en los sangrientos sótanos,
persiguieron los brotes del canto asesinado.
El abrazo fue un código secreto
la patria un dolor ahogado bajo la tortura.
Y el sol deseo apenas musitado
entre los nombres de los que ya no estaban.
Nora Nani - Argentina
9
Se me ha deshecho de pañuelos
la alborada.
Por el adiós salpiqué de piedras
el camino
y fui buscando
mi cruz en el agua.
Perdí la sombra en un dintel de lluvia.
Me siguieron perros desolados
con lenguas de azúcar
y un olor a pobreza
en la percusión de sus pasos...
Bestias temblorosas
como los sueños
soñados por un niño
que jamás va a crecer
y que promete definir en viento
su estatura...
Yo puse las manos adentro del agua,
pero la lluvia era el adentro
y el afuera,
un desconcierto de perros y de niños,
un azul desolado
que no sabía qué hacer con mi sombra
y sus tropelías de cielo.
Después me volví hacia la noche
y era más clara sobre el pasto,
casi como el eco de tus pasos
que un día derramaron
el adiós por los tréboles
e hicieron un viento manso
con mis ojos que te seguían
como niño
como perro
como lamento de estrella
tan lejos y tan sola.
Pero me brillan las manos
en la noche.
No es mentira la eternidad
si te sigue mi sombra
en la lluvia.
Moscas (Waldo Rojas - Chile)
Vivíamos la tarde de un domingo abrumador.
Era Verano en el hemisferio que pisábamos, según el orden de los astros.
Enredados en el ocio paseábamos de silla en silla a tropezones.
Era Verano por la tarde y el resto del cuadro lo ponían
las moscas.
Había un Universo disperso por la pieza:
botellas vacías,
hojas de algún diario, un plumero impotente entregado al polvo,
y bostezando hasta quejarse ardía el aire por los cuatro costados.
"No hay peor poema que el que no se escribe", me dije callado
gritándome al oído,
y lo único real, consistente en sí mismo, eran las moscas.
Muchas moscas, torpes moscas cayéndonos encima en arribos
sucesivos y despegues.
Ardía el aire por los cuatro costados y nos sobraba un par de brazos,
estaban de más las piernas y todo el cuerpo era lujo inútil,
artículo suntuario adquirido a la fuerza
en virtud de la artimaña de un hábil vendedor.
Saltimbanquis del aire, trapecistas, migajas de un gran demonio pulverizado,
esas tiernas, sucias moscas, diminutos ídolos del asco universal.
No habíamos sobrevivido a nuestra fábula feroz:
un joven matrimonio derretido sobre el suelo, melaza pura
a merced de un día de Verano, a merced de la estrategia
de las moscas.
Y era domingo como cien veces más fue domingo en los veranos
desde aquel día,
y desde cada día en que el sol encendía el aire
y un zumbido tañía en los vidrios y crecía una inquietud por
todas partes.
Algo que desde afuera penetraba, un cierto líquido agresivo,
un licor cáustico que diluía la carne o la memoria,
algo que le pasaba al tiempo no nos tenía conformes.
¿Quién detiene el cauce de las cosas y los hechos
en este punto, como un puente que se desploma,
mientras pasa el día mutilado arrastrando los miembros
trabajosamente?
No hay peor poema que el que no se escribe, me dije,
entretanto
la poesía rescataba a sus heridos de los dientes para adentro;
de los ojos para afuera lo único real eran las moscas.
Alta fidelidad (Raúl Rivero - Cuba)
Se librarán del dolor del gramófono
torturado por la fricción y las agujas.
Vivirán castos, ajenos al pecado
de cantar a capella y con hambre
en simulacros y funciones
que los tiranos se regalan como escudos.
Los hombres quese quedan en casa
tarareando boleros
llegarán a la sabiduría.
Venturosa y serena
será para ellos y sus hijos esta vida.
Ligera la ceniza. Clara la eternidad.
A una urna griega (John Keats - Inglaterra)
Tú, todavía virgen esposa de la calma,
criatura nutrida de silencio y de
tiempo,
narradora del bosque que nos cuentas
una florida historia más suave que
estos versos.
En el foliado friso ¿qué leyenda te
ronda
de dioses o mortales, o de ambos quizá,
que en el Tempe se ven o en los valles
de Arcadia?
¿Qué deidades son ésas, o qué
hombres? ¿Qué doncellas rebeldes?
¿Qué rapto delirante? ¿Y esa loca
carrera? ¿Quién lucha por huir?
¿Qué son esas zampoñas, qué esos
tamboriles, ese salvaje frenesí?
Si oídas melodías son dulces, más lo
son las no oídas;
sonad por eso, tiernas zampoñas,
no para los sentidos, sino más
exquisitas,
tocad para el espíritu canciones
silenciosas.
Bello doncel, debajo de los árboles tu
canto
ya no puedes cesar, como no pueden
ellos deshojarse.
Osado amante, nunca, nunca podrás
besarla
aunque casi la alcances, mas no te
desesperes:
marchitarse no
puede aunque no calmes tu ansia,
¡serás su amante siempre, y ella por
siempre bella!
¡Dichosas, ah, dichosas ramas de hojas
perennes
que no despedirán jamás la primavera!
Y tú, dichoso músico, que infatigable
modulas incesantes tus cantos siempre
nuevos.
¡Dichoso amor!
¡Dichoso amor, aun más dichoso!
Por siempre ardiente y jamás saciado,
anhelante por siempre
y para siempre joven;
cuán superior a la pasión del hombre
que en pena deja el corazón hastiado,
la garganta y la frente abrasadas de
ardores.
¿Éstos, quiénes serán que al sacrificio
acuden?
¿Hasta qué verde altar, misterioso
oficiante,
llevas esa ternera que hacia los cielos
muge,
los suaves flancos cubiertos de
guirnaldas?
¿Qué pequeña ciudad a la vera del río o
de la mar,
alzada en la montaña su clama
ciudadela
vacía está de gentes esta sacra mañana?
Oh diminuto pueblo, por siempre
silenciosas
tus calles quedarán, y ni un alma que
sepa
por qué estás desolado podrá nunca
volver.
¡Ática imagen! ¡Bella actitud,
marmórea estirpe
de hombres y de doncellas cincelada,
con ramas de floresta y pisoteadas
hierbas!
¡Tú, silenciosa forma, tu enigma
nuestro pensar excede
como la Eternidad! ¡Oh fría Pastoral!
Cuando a nuestra generación
destruya
el tiempo
tú permanecerás, entre penas distintas
de las nuestras, amiga de los hombres,
diciendo:
«La belleza es verdad
y la verdad belleza»... Nada más
se sabe en esta tierra y no más hace
falta.
(Versión de Julio Cortázar)
La joven mártir (Agi Mishol - Israel)
"Oscurece, y tú tienes sólo veinte años.
"NATHAN ALTERMAN / Atardecer en el mercado
Sólo tienes veinte años
y tu primer embarazo es una bomba.
Bajo tu amplio vestido estás encinta de explosivos
y esquirlas de metal. Así paseas por el mercado,
un tictac entre la gente, tú, Andaleeb Takatkah.
Alguien cambió un tornillo en tu cabeza
y te envió a la ciudad.
Como provenías de Belén,
la casa del pan, elegiste una panadería.
Allí activaste algún
detonador interior
y, junto a los panes del sábado,
el sésamo y las semillas de amapola,
te elevaste al cielo.
Te fuiste junto con Rebeca Fink,
Ilena Konreeb del Cáucaso,
Nissim Cohen de Afganistán
y Suhila Houshy de Irán.
Y también con dos chinos que arrastraste
contigo a la muerte.
Desde entonces, otras cuestiones
ocultaron tu historia,
acerca de la cual hablo
y hablo
sin tener, en realidad, nada para decir.
Escrito en lápiz en vagón sellado (Dan Pagis - Israel)
Acá, en este envío,
yo, Eva
con mi hijo Abel.
Si ven a mi hijo mayor,
Caín, el hijo de Adán,
díganle que yo
Palabras impertinentes (David Robinson - Panamá)
No toda palabra puede ser dicha
algunas hay que masticarlas
libar su acre sabor y luego tragar.
Las que tienen los bordes afilados
con la lima del rencor
hay que enterrarlas en la arena
hasta que bruñidas aprendan a reír.
Esas que pisan las huellas de la envidia
hay que quebrarles la envidia
hay que quebrarles las piernas
a mazasos de solidaridad.
Aquellas que pintan sus uñas
con el barniz de la indiferencia
hay que bañarlas con el hielo de la soledad.
Las palabras que pretenden la fama
y muerden pechos amigos
hay que amarrarlas
hasta que mueran hambrientas.
Las que enmascaran la ignorancia
hay que estrellarlas
contra el monte de la humildad.
Algunas palabras
no pueden ser dichas
hay que fusilarlas con el silencio.
HOMENAJE A IGNACIO "CÁNCER" ORTEGA (1950-2007) (Alexander Sánchez - Panamá)
Héroe de las artes panameñas, cantautor , narrador, poeta, pintor, muralista y revolucionario a carta cabal.
Universo
buscando
en el signo articulado
en el sonido y la luz
de la palabra
es el hombre
cuando nombra al mundo
cuando empuña la lucha
y avanza
y se lanza por el tiempo
y desciende
y se abraza a la tierra
dispuesto a ser tierra junto al hombre
parábola y luz
universo
es el que se afana
por hacer del hombre
un camino sin retorno
contra el hambre
sorda del hombre.
Carta a una joven jardinera (Javier Alvarado - Panamá)
El amor es jardinero y mi vida es una flor. Copla popular.
Ven con augurios, motetes o estrellas
como epigramas repetidos que se debaten
en la sal. El amor es jardinero y mi vida es una flor.
Entre hiedra y viento
y entre mar y mar como la inquieta espuma.
Yace de ti como si fuera un nombre,
un ahorcado que se ve cada noche
en el espejo anfibio de los niños.
Todas mutantes en los solsticios
de las madreselvas y de las aldeanas
que llevan el sol bajo los brazos
en las totumas del aire
que el tamarindo agrupa
para el matrimonio campesino.
En esta víspera despertamos
tú desnuda como remos vacilantes.
Son las nubes saladas o los rizos del viento.
Esta vez el Tijera perfuma tus ojos
de antigua jardinera
sin soldados
sin abismos
sin rosas afiebradas que indaguen la tregua.
Poesía travesti (Francesca Randazzo - Honduras)
19
en mis ojos delineo
tristes escudos para cada mirada
luego borro la curva
que sigue
dando vueltas en mis vestidos
en esta dureza he moldeado
cada ápice de mi tónica melancolía
todo intento
marca nuevas líneas de este cuerpo
que se pinta fuerte
y se dibuja inseguro
22
este es un lugar sagrado
que mimo y compongo
mi cuerpo usado
fragmentado
que habla roto de mi propia estima
es aquí donde buscan
la única mujer que nunca he sido
soy la estrella
pero esta no es mi función
en los corredores aplauden
la fantasía
que se apaga sin luces
en mí
61
ellas hablan numerosas
al filo de mis párpados
frescas y ancestrales
hadas mariposas
ofreciendo degustaciones góticas
79
violentamentealgo me sostiene el pecho
y me retrae
mi sueño
arrastrado contra el polvo
habla de un descanso
prohibido
160
a los pies de esta puerta
una mariposa robusta
azul
casi negra
está a punto de dormir
pero en vez
ofrece el fruto dulce
de un jardín que se ahoga
en el mar de su luz
Poema del hombre y su esperanza (Clementina Suárez - Honduras)
Ahora me miro por dentro
y estoy tan lejana,
brotándome en lo escondido
sin raíces, ni lágrimas, ni grito
-Intacta en mí misma-
en las manos mías
en el mundo de ternura
creado por mi forma
Me he visto nacer, crecer, sin ruido,
sin ramas que duelan como brazos,
sutil, callada, sin palabra para herir,
ni vientre que rebase de peces.
Como rosa de sueño se fue formando mi mundo
Ángeles de amor me fueron siempre fieles,
en la amapola, en la alegría y en la sangre.
Cada caracol supo darme un rumbo
y una hora para llegar.
Y siempre pude estar exacta.
A la cita del agua, de la ceniza y la desesperanza ...
Frágil, pero vital, fue siempre mi árbol
al hombre y al pájaro le fui siempre constante
Amé como deben amar los geranios,
los niños y los ciegos.
Pero en cualquier medida
estuve siempre fuera de proporciones,
porque mi impecable y recién inaugurado mundo
tritura rostros viejos
modas y resabios inútiles.
Mi caricia es combate
urgencia de vida,
profecía de cielo estricto
que sostienen los pasos.
Creadora de lo eterno,
dentro de mí, fuera de mí,
para encontrar mi universo.
Aprendí, llegué, entré,
con adquirida plena conciencia
de que el poeta que va solo
no es más que un muerto, un desterrado,
un arcángel arrodillado que oculta su rostro,
una mano que deja caer su estrella
y que se niega a símismo, a los suyos,
su adquirido o supuesto linaje.
De esta ciega y absurda muerte o vida,
ha nacido mi mundo,
mi poema y mi nombre.
Por eso hablo del hombre sin descanso,
del hombre y su esperanza.
Siete poemas de tratado de licantropía (Rodolfo Hasler - Cuba-España)
1
No pruebo antídoto posible o transfusión
de cómoda muerte a la espera del vino
irreversible, del asesinato a sueldo
de los dientes, del remedio de las garras
como azores, y um sudor amargo me marca
y en la iniciación.
2
Es el ansia un Lykabethos cegado por las
sienes feroces, una seducción suave de
ojos pequeños,
es la temperatura que aumenta endemoniada
en el pelo y en la espalda,
es el fresco clima de la noche y la luna
aúlla mientras fluye el monte de los
lobos y el sudor se hinca en la recuperación
de los sentidos.
3
Ensalza, corazón, la ruta de Macao, porque
allí soñaste, allí te esperan puertos y
otro puerto, las figuras de piedra en el
parque entre estrellas, porque allí viviste
con la naturaleza en ese río que guardas
en tu cajita de té.
4
China apareció entre nosotros como un
enorme jade que duele en sus aristas,
como un lejano río de aguas fangosas
que enloda todo tu cuerpo, tu cuerpo
jade, mi cuerpo amarillo como madera.
China apareció como sábana de arroz
entre tu pelo, el agua, el barro, el soplo.
5
Son mías todas las ciudades y sus teatros
de sombras, y son míos también los gestos,
los ropajes, los mercados, las múltiples
sonrisas y las ofrendas, los ánades y las
flores de los sauces.
Todo asemeja a los niños que se anhelan
para sí, al entorno que eclipsa la luz
de las gargantas,
de todas las gargantas
infantiles, oscilantes como la tarde detrás
de las fronteras.
6
El momento de la feroz metamorfosis se
aproxima a mis días evasivos, a los juegos
prolongados en fauna y ramas submarinas,
a la espalda ennegrecida como huso
de carbón frutal. La fiebre se acerca
rítmica como las páginas de mis lecturas
de pasión, Shangai-Lily o el fin
de mi requerimiento, lleno de mutantes
desvelos, perenne el recorrido por las
estaciones chinas, por la lluvia china
en mi nuevo estado de aventura.
7
Las bicicletas silenciosas atravesaban las
calles como alambres, las piernas subían y
bajaban como alambres en aquellos días
serenos en que el horizonte era sólo agua.
Darwin Andino, Honduras
IX
Las tumbas debajo del árbol crecido.
Los frutos con piernas y brazos
y el día inexistente
y el escombro en la espalda adormecida.
Cada domingo hice la tarde pequeña
y el mar puso el centro en esta ciudad.
Las horas despacitas nos roban a veces
y vista de lejos
-líquido espeso de oscuro desastre-
desaparece por tu voz Tegucigalpa
como gato enjaulado hacedor de gusanos.
Ahí donde empiezas a entender la distancia
he dicho la mitad de las cosas;
la otra mitad de este viaje es hipótesis
caballo que grita desde la otra orilla
universo que va caminando a la par
equivocado
certero hasta comerse aderezado el mundo.
Nunca dejaste de invocar la lluvia
o ella de venir.
Mario Meléndez, Chile
2
Cuando llegó el invierno a Chile, miles de pájaros volaron con la primera lluvia, estaban asustados entre la sombra y la muerte, y prefirieron emigrar con sus vidas hacia otras vidas. Tomaron el primer avión desesperados, se arrojaron a los muelles persiguiendo barcos, cruzaron las montañas huyendo de las lanzas, y dejaron atrás la patria y a los herederos del hambre.
Algunos no despegaron jamás, les arrancaron las alas en el intento y la lucha, desaparecieron con nombre y apellido bajo los árboles de hierro, los encerraron en jaulas por especies, y cuando años después los encontraron tenían la caricia del cuervo entre sus plumas.
Los otros, los perseguidos, los pájaros del pueblo que lograron atravesar la muerte, debieron acostumbrarse a volar de otra manera, a sentir de otra manera, a respirar de otra manera. La tierra ajena los había recibido, la tierra amiga los invitaba a su mesa a compartir el pan y sus dolores. Muchos incluso en la agonía soñaron con ver la patria por última vez, pero la patria también agonizaba, había querido volar con sus alas rotas.
Hay quienes me han dicho (Mayra Oyuela - Honduras)
Hay quienes me han dicho
que le amor fallece de fiebre los domingos.
En lo personal, lo he visto fallecer los lunes, martes,
miércoles
y todos los días de estas semanas punzantes,
en las esquinas, en las bibliotecas desoladas;
pero también lo he visto quedito, tímido,
en el sueño fugaz de los adolescentes.
Procuro desenredar esa apatía
que no tiene nombre ni título, tan sólo es,
y que se pega como chicle en todos mis pasos,
y sus avenidas, vueltas y trabalenguas
me hacen descubrir la vida
y a cada encuentro es como un suicidio,
o como un abigarrado sentimiento de culpa.
Para entonces los versos
se anclan como postales en mis ojos.
El amor es muy extravagante en estos días,
mejor hablemos de déficit, impuestos, globalización;
al fin y al cabo, al amor, no le importan las despedidas.
Orillas (Mayra Oyuela)
Era el pasado un tren sin rumbo,
llevaba por embestida
la pólvora que en los ojos de mi padre
apuntaba a su propia soledad.
“El hombre nace para contemplar
la tierra, la cosecha, los hijos
y todas las mujeres iniciadas en ese arte llamado amor”
Quizás mi padre, en sus propio afán
rasgo la tierra, mordió la cosecha,
creyó que sus hijos eran un sueño
y amó a todas y cuantas carabelas
que en su navegar pausado llegaron a su orilla.
Mi padre, de manos resueltas como arena
de dejo trepar por unas caderas imprevistas
que lo preservaron en sal;
pero la penumbra es blanca y negra
y se amarillenta con la soledad.
Mi madre guarda a escondidas de él, una foto
donde aún emerge lo clandestino de su propia ética,
ambos ausentes ya de efervescencia,
andan los pasos tersos por tanto roce con las despedidas:
se ven,
a tientas parpadean un Morse de amor naufrago,
pero hoy ya es martes y, hace cuarenta años
que mi padre no ve el mar.
Ruta San José - Tegucigalpa (Dennis Ávila - Honduras)
Yo sé lo que es llevar la cara puesta
en la ventana de un bus:
sufrir la ciudad de la que salgo
con un pie en el alma.
Llevo mi nariz
tocando mi nariz en la ventana:
arrugo en mis manos la espera
tomo el pulso de las horas.
Yo sé lo que es dormir y despertar
donde la luz no tiene un nido:
la noche sigue puesta en el paisaje
la vida viaja lenta en dos mitades.
No me importa que registren mi maleta.
Llegar aquí es traer mi propia aduana.
Que me registren
que me hurguen los ojos, pero
que no traten de sacarme de aquí:
ya vengo con un pie en la ausencia.
Cuando vuelva
habrá en mi vida
una mujer
que sabe lo que besa.
Mientras tanto
voy a un lugar al que no llego.
Pertenezco:
a las palabras
al deseo.
Amo a Tegucigalpa.
Pertenezco:
adonde quiera que vaya
llevo en mi ventana
la ciudad de tu regreso.
Paola Valverde - Costa Rica
Aquí se derrumba el límite
de una ciudad
porque el amor no es otra cosa que un templo
columnas de cielo sosteniendo al barco.
Soy la ruta del descenso
mis manos caen como anclas
sobre ti.
Levantarnos
despertar el silencio acantilado
rasguñar la tormenta con el sol al hombro
decir yo te buscaba
te buscaba en el encuentro de tus mitades
en la atómica composición del aire
donde un cuerpo balancea al otro
sin hundirlo
a pesar del peso.
Urbania (Armando Maldonado - Honduras)
III
LA ciudad va dejando de respirar,
en la oscuridad trae un ruido de murciélago herido,
lentamente cree que muere.
Trata de escapar;
pero ella sabe que las ciudades
a donde huyan
traerán siempre
el Tedeum del concreto,
una agonía de árbol y río,
un sonido de piedra rota,
pájaros que cantan en una burbuja de smog.
XIII
LA lluvia sodomiza la urbe,
camina desnuda por las calles,
posee árboles,
autos
y peatones desapercibidos.
El cielo se parte en gotas
para besar el pavimento.
La ciudad abre su boca de hierro para beber,
y en un rumor de río crecido,
duerme a los niños de la barriadas.
Gesto desvanecido en esquina de una estación (Francisco Ruiz Udiel - Nicaragua)
Esta estación no será más una estación,
quedará únicamente mi gesto desvanecido
en el polvo de alguna ventana,
si acaso hay ventanas,
si acaso decido en las estaciones
desamparar algún gesto.
Esperaré junto a las cabinas telefónicas
a que las horas se desvanezcan azules
en mi cigarrillo encendido
de mirada triste e inclinada,
me verán apretar la mandíbula
para masticar, como las aves
que emigran de una tierra a otra,
cualquier bocado de aire
sin saber que les espera.
El aire se ha vuelto amargo
y aún no sé en qué otras estaciones
abordará mi soledad otro cuerpo.
Aquella forma que obsesiva nos persigue (Donaldo Altamirano - Nicaragua)
Coloquio, necesariamente previo:
-“Yo persigo una forma
que no encuentra mi estilo…”
(Rubén Darío)
“Ah, que tú escapes,
cuando ya habíamos logrado
tu definición mejor…”
(José Lezama Lima)
Yo vivo enamorado
de una redondez,
es decir,
de una perfección textual
inalcanzable,
con la que nunca acierto en pleno,
sino siempre apenas
parcial,
fragmentariamente.
Aunque
-vos tampoco me negués-
le hago un gran huevo.
¿No se nota?
Porque siempre sobra
y/o siempre fáltanos
algún detalle,
por más
que nos dediquemos
con devoción,
con disciplina,
con rigor,
a la entomología
subtropical,
o al estudio morfo-genético
de la reproducción
y contubernio entre células
nietas
y células abuelas,
por ejemplo.
Al final, al final,
una y otra vez
la perfección nos huye,
siempre escapa.
Nos quedan, legibles, unos textos.
Jardín Nocturno (Fernando Charry - Colombia)
La mancha del cielo azul, sombras de árboles, sombras de nubes,
y alrededor muros, ruinas, piedras que en el silencio
son frío, si la mano, si el pensamiento las roza.
De noche, retraído y apasionado,
contemplar desde allí lo lejano.
Olvidado de sí, hambriento del mundo,
vagar entre luces, ciudades, veranos. Mas luego como
cuando uno, sin saberlo,
extiende por mares su corazón
y regresa al solo sitio en que sueña:
ha pasado
el tiempo, y sin embargo
está el fulgor lunar sobre la vida. Así ilumina,
así entristece viril
al hombre la soledad de su delirio.
Carta al hijo (Adriano Corrales - Costa Rica)
Sería difícil escribir esta carta sin evitar las justificaciones
digresiones de caída y vela hinchada hacia el poniente
en el fósforo del Báltico un amanecer de lluvia y lágrimas
con el rostro frente a las paredes blancas de un hospital invernadero
¿Será difícil inventariar las lunas los cruces de esquina
los caballos estivales galopando a ambos lados del transiberiano
las noches de vodka alrededor de la ausencia sin tus pasos?
Será duro el batallar de los acontecimientos
las visas los pasaportes los aeropuertos los desencuentros
las callosidades del alma la inutilidad de los abrazos
Será difícil anotar que he desvivido bebido huido
hacia los agujeros del tiempo en la marcha de las palabras
Más difícil aún revisar imágenes de un país imaginario
las bombas que caen en el Chorrillo sobre San Miguelito la luna
el desfile de gorilas amarillos desatando el istmo con su fuego homicida
sus fauces hediondas alimañas de carnicería
y vos bajo la telaraña de la cama en la habitación del miedo
asustado y sorprendido sin comprender por qué el imperialismo
los capitales la banda neoliberal los lameculos tropicales
la horda de paisanos como perfectos chacales
el paréntesis de este centro planetario atiborrado de compañías
comerciantes del reino usureros serruchadores de tus sueños
mis sueños de una sola patria matria nuestros sueños
los de tu madre con los muñecones del teatrillo callejero
por las selvas del Darién o en el Archipiélago donde las embarcaciones
llevan traen los cuentos de los fundadores elementales
los soles de la palma el brillo soberbio de las pieles
trasiegan el pasado contra el futuro en un eterno presente
Es difícil ocultarse hijo muy difícil
escribir todo esto sin que me tiemblen las manos
y un rumor de cadenas crepitaciones inexpresables
naveguen por dentro como una estampida de bisontes guerrilleros
y la mirada se nos pueble de nubes en el olvido de nuestros nombres
Harto difícil esta tarea de acercarte a mi otro yo
el de los ojos del antifaz con la suerte del andariego
en un tranvía negro que siempre retorna y retorna
con las hilachas nocturnas de los murciélagos
siemprevivo siempreamargo cautiverio de las páginas que se humedecen
como las lapidas con el rocío de los cementerios
o las bestias que huyen perseguidas por el amazónico incendio
Me es muy difícil decirte hijo decírtelo sin faltarle al recuerdo
que yo también me caigo me lluevo me abro me cierro
me ablando me tiemblo me tenso con los látigos los templos
del primer indicio la mediada caricia el último vuelo
para decirte así sencillamente hijo sin literatura
así al puro aire que todos somos viajantes y que por eso
y a pesar de todo lo que transcurre bajo el poema
a pesar de todo lo que muero te escribo y te quiero
La búsqueda del hijo perdido (Raúl Xavier García - Nicaragua)
Si lo miras, dile que todos han venido
menos él, a este encuentro anual
de los mendigos.
Que hoy
hasta el más pobre ha traído un pedazo
de pan en la mano para llamar
y comérselo con el primero que pase,
sin preguntarle su nombre, ni pedirle
la más pequeña de sus monedas.
Dile también,
si ha perdido algo que lo olvide,
lo esperamos para cantar canciones
que un día han de iluminar como una
rosa de luz a los pueblos.
Porque de prisa pasan todos. Otros
se detienen cuando les ruego, pero no entran
a mi casa a celebrar conmigo
la Resurrección del Amor.
Héctor Collado, Panamá
I
En este país
donde madura el desamor
miro a través de la lluvia
los sueños tuyos...
De pronto eres todas las criaturas,
todos los paisajes,
todas las cosas que amo.
Yo tuve un río en las manos
tantas veces me miré en su lecho
y lo dejé pasar...
Yo tuve un árbol en las manos
y maduré con cada uno de sus frutos
y lo dejé secar...
Yo tuve un sol en las manos
y fui luz por gracia de la luz
pero se hizo tarde
y la dejé escapar.
Déjame salir de tu pupila.
Déjame estar,
querer,
ser...
Deja reflejar mi verticalidad
en tu horizonte.
Déjame estar,
querer,
ser...
Deja la ventana abierta
y te amanezco.
Ferryboat de una noche invertebrada (Alexis Gómez Rosa, República Dominicana)
Hacia el final de tus latidos,
el ferryboat corta la rosa de los vientos,
entre otras amputaciones y cicatrices
frente a la noche de un solo temblor.
En el ojo izquierdo:
pulso de águila, guardo pequeñas travesías
que en tu cuerpo se pierden, y hace olvido,
porque nuevos naufragios el ojo derecho inicia y te bendice señora,
por altas planicies menos mía, que el vaivén sobrecogido
en tu piel que delira y adormece los sentidos.
Aprendiz de brujo, te observo y me extravío por tu fosforescente desnudez;
más lírica cuanto más te abandonas;
sorprendida, y en la lengua te anudas con un prontuario inútil
de sílabas líquidas, entrecortadas,
como si en ellas se borraran tus párpados de amarilla enfermedad,
y el mar y su infinito sombrío que alimentaran su inequívoco paisaje.
Animal hecho de la materia prima de la muerte.
Sobre tu cuerpo la noche avanza mi palabra en el tiempo,
el ferry muge anclado bajo el bostezo de los astros:
el agua parlanchina que intercambia el cifrado mensaje
de tu elocuencia danzaria.
Mujer, manantial de niebla, trampa del paraíso.
Gime tu piel en su castillo el día,
se levanta intranquilo ante tus ojos narcóticos de contracción sedienta,
irredimible.
En ellos cabe la urdimbre de la incontinencia y del desasosiego,
el tránsito del amor en la ciudad donde sangra,
el sol de tu quimera.
La mansedumbre de los locos (Alfonso Fajardo, El Salvador)
La noche con ojos paranoicos vigila la mansedumbre de los locos
sus astas donde flamean hígados
la risa trasegada de sus enterrados en la arena
sus trincheras de vidrio y todo el diccionario
de sus demonios que a dentelladas quieren salir de sus pechos
En sus venas
con lentitud de años caminan a tropezones miles de polillas
y pirañas felices
que marionetas de algún dios arrogante comen sus verdes hojas
Pero la vida
a la hora que el sol brota de las mesas repletas de mar
es un paraíso
encontrado tras oscuros panes de invierno cuando la sed
buscada vese interrumpida por las apologías del cáncer de la mierda
Y la noche
- que es la anfitriona de los hijos malcriados de la rebeldía-
fuma sus almas y las escupe al día para que en pena corran a sus oficinas y empresas
Las calles se llenan de animales espantapájaros y sombras
que entre rancias paredes y quimeras inútiles
encienden sus espigas sin marca escupen el tabaco que engaña al hambre
y vomita sus jugos gástricos mientras la luz de la razón se ahoga en sus cerebros
La noche es una virgen que a diario es penetrada
por la sed lujuriosa de los desesperados
que en su vientre luminoso eyaculan el negro vómito de sus gritos
cuando de sus pies nacen
el musgo y los hongos que venenosos crecen las bellas raíces de la locura
La noche
con ojos de estrellas de dioses de vísceras podridas de cáncer de/mente
envuelto con su tibia sabana
la mansedumbre de los locos cuando desde sus trincheras de vidrio y humo
se defienden y disparan su risa
contra la gran maquinaria de la soledad